Frente al umbral de las luminosas puertas, saetas sonoras hirieron sus costados.
Él rió con calma patente, con un esbozo de polvo y redención en el rostro.
Arenas movedizas los territorios del corazón y de la mente:
caleidoscópicas perspectivas, vapores holográficos, fantasmas.
A veces el suave olvido emerge, acecha, y se instala.
Se le espera como se espera al presente. Y el mundo cambia.
Todo es lumbre, blanco y policromático maná ígneo.
Un fuego que cauteriza, que acaricia, que penetra y cura.
Una delicia que divide tierras, que abre mares.
Por la buhardilla de las cosas, a veces uno se asoma a ver al otro.
Y se encuentra a uno mismo: a veces de espaldas, a veces de perfil,
más casi nunca de frente.
Las pesadas herraduras las desintegró el hábil atleta,
no mediante el mazo, sino activando sus potentes piernas.
Bailarín de luz, imagen borrosa y entrañable.
Un cálido beso desde el recoveco de los recuerdos.
La ira de lado, y la tristeza a nuestros pies.
Con el júbilo en un puño y los pies descalzos
el niño despierto camina solo hacia el sagrado delta.
Un par de halcones siguen su mirada, su insulsa y trascendente trayectoria,
y se asombran de su dócil cabellera, de la pureza de sus ojos.
Dueños de nuestros corceles, a veces rebelión equina.
Amos de nuestros canes, de vez en cuando una mordida.
Hoy rentamos la posada. Mañana quizás buscando un aposento.
La nave que marea, que deja que el mar la manipule.
La esfera celeste que da vértigo, que espanta al espíritu.
El tesoro que cae al pozo. Y allí se queda… o no.
El reto constante de la puesta de la luna, del amanecer y del ocaso.
Del poco hablar y mucho respirar.
Un hielo en la espalda. Una caricia en sus senos.
Un eléctrico anhelo que construye, que fundamenta.
Humo que forma las auras, dinámico ímpetu inmóvil.
Rastros que infectan la carne, bendito anatema divino.
Algo crece, y no se deja emancipar.
Algo florece, y corre tras las rocas.
Un esqueleto se forma en el vientre, se extrae y regresa.
El libro se abre. Fulgor, destellos, música sacra.
Es el viento el que silva alegre, es el agua que canta dichosa.
Es la vida que vibra y se apaga. Energía que circula infinita.
Síntesis de los frutos y de los caminos, de los profetas y los asesinos.
Red de los lugares y de los momentos, la sombra del árbol del mango.
Se erizan los vellos, se dilatan las pupilas…allí viene…
…allí viene...
No hay comentarios:
Publicar un comentario