jueves, 5 de junio de 2008

El sermón de medianoche (Analepsia XXV)

Abrió sus santos pórticos y dijo:

- Todo aquel que sea laúd, deberá curar el alma. El laúd es de madera, compuesto de cuerdas, pero su centro se encuentra vacío: está hueco. Y precisamente de la oquedad de su núcleo es de donde emerge la más sublime de las melodías. La música es el bálsamo que sanará todas las heridas, pues no tiene la doble faz de las palabras: no engaña, es sincera. Como los niños, como los perros. El sonido musical supera en perfección al sónido fonético de la gramática, porque es al espíritu al que le habla, y no a la mente. Y en tanto que amigo del espíritu, enfermero de sus males.

La madera es la carne, vehículo de vuestros actos. Las cuerdas son la voluntad mediante las cuales se producen éstos. Pero el laúd sóis vosotros, que vibráis y resonáis con ecos de eternidad. Preparáos entonces no sólo para el gran concierto, sino para todas las pequeñas presentaciones que se dan en los lugares más modestos, más insignificantes. Permaneced en el núcleo de sus instrumentos, porque en cualquier momento puede sobrevenir la petición del escucha. Por ello os recuerdo: todo el que sea laúd, que empiece a curar el alma.

Que el esfuerzo cariñoso del artesano no haya sido en vano.

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