El balance sostiene a la luz y a la sombra. La fuerza ciega arremete de espaldas al desprevenido viajero. El mar, con su inmensa bravura, va desarmando, ola tras ola, el mecanismo perfecto del reloj arrojado.
Sensaciones, emociones, pensamientos. Argamasa del fino arquitecto, sólida y cruda simultáneamente (e inconmensurablemente hermosa).
Las sentencias son llaves que cierran el paso, senderos que se pierden en el espiral infinito del dédalo de Cronos. Imágenes que penden, apenas sostenidas, de la rama del árbol frutal.
Galaxias que se alejan en el inconsciente lapidado, en el vértigo de ser.
Dulce escondrijo de sueños atados, de viajes agendados, de alegrías espumosas.
Un gran ojo: un cántico, una dirección...
Hoy son todos los días.
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