jueves, 31 de diciembre de 2009

Esta es la entrada que suma ochenta y cinco entradas dentro de las entradas en total que contiene este modesto pero pintoresco blog (Analepsia MII)


¡En grotesca situación nos encontramos, caballero! ¡Feliz año nuevo y triste el que se larga, más no el que se alarga, o sea, el novísimo que anuncio! Siempre lo viejito huele a polilla y a acetato, y es por eso que hay que mandarlo de inmediato a la chingada ¿Qué es "la moda" sino esta deliciosa payasada? ¡Adiós, añito engorroso, que me has dejados tantos dulces baratos, tanto barullo sabrosito y tantas puestas de-a-perro inolvidables! Desde los confines de nuestra humilde mesa, "I salute to ya, oh, thy gollems of Babylon"!


Hoy, también, desde las comisuras del Nuevo Mundo, les mando a todos mis queridos seguidores del blog (o sea, dos o tres personas), un álito fugaz de rosas morenas y un beso de concreto bien pesado (o sea, correctamente calibrado). Muchas bendiciones para todos, edulcolorantes en sus bebidas y garrapatas en las sienes de sus enemigos más perniciosos. Desde acá, del pedestal de la vida cuasi-vegetativa, les mando un caluroso saludo, lleno de aprecio, cariño, buenas vibras y quejidos marranos de bolsa tuerta de torta de La Villa ¡Rediéz, el bonobo que me parió! Aún en medio del peligro de quedarme ciego de por vida, les extiendo una cordial invitación para mi cena de esta noche. Vengan, estará genial: habrá pavo, bacalao, lomo de res, sadismo, sepulturas a domicilio y jugarrertas imorales con las novias guapas de los demás que no sean yo.


También quiero extender la invitación para que pasen a ver mi galería escondida bajo tierra de los momentos más memorables del año que se pudre y se desintegrará en unos cuantos minutos: los amores, los desamores, las fiestas, los viajes, los logros académicos, los tesoros familiares, las mejores putas, las esferas concéntricas, las férulas parlanchinas, China, Ceilán, Nezahuacóyotl, Aleluya, jazz moribundo, cerruchos y bosquejos bigotones ¡Todo en un sólo huevo! ¿Pueden creerlo? ¡Cuánta guasa, señoras, cuánto simpático sacrilegio!


Malabares de trucha y confetti de Sicilia: sí, señor... eso es lo que ustedes se merecen, amables radioescuhas / televidentes / navegantes en los mares de la ridícula-pero-utilísima materia metafísica veintiunesca llamada internet. Una vez más, dedos en sus maracas, abrazos, uvas, campanadas, caravanas de desnudos. Reloj: 1-2-3-6-5-4-7-8-9-6-6-3-6-4-1-2-3-6-4--3-3-3-6-9: salvavidas, gorda, papel y cinta, Cynthia, cifra, Cypher, Sutra, saga, Centra, sopla, giro hermenéutico, vertiginoso escupitajo desde el último piso de la torre de Babel: nadie entiende nada, pero ¡ah!, eso sí, todo el mundo que se abraza y que se desea felicidá a diestra y siniestra, como reses consumistas, como cabras neo-liberales de tercer mundo y del más allá ¡Pues qué chingados: yo también le entro al jueguito! ¡Ya estuvo bueno de ser tan mamón! ¿No? Allí les van mis venias: ¡Viva la vida, muerte a los traidores y pax alos onvres de vuenna boluntat!


¡Hammónnn!

On monsters [De la serie: "Las criaturas del hombre"] (Analepsia MI)


"De esa manera, a la cantidad de monstruos que el hombre ha podido crear, la orquesta, la cacería, la poesía, aparece el más cambiante instrumento de aprehensión, el que puede estar más cerca del torbellino y el que puede, al derivar de este germen una sustancia, tener un cuerpo de la más permanente resistencia. ¿Luego es posible el aislacionismo, de un monstruo elaborado por el hombre donde puede aprisionarse el germen y su desarrollo, la constitución de un ente germinal? ¿Luego existe el germen capaz de constituirse en ente de poesía y no en ser o en existencia? Es posible entonces la poesía en el poema; es posible que la visita en el tiempo pueda reconstruirse, permanecer, repetirse. Puede situarse la iglesia debajo del Órgano, o como afirman algunos teólogos protestantes, la única fe diferente en cada individuo puede desgajar el espanto, y en el espanto construirse la torre. En la visión última, ¿es la torre o el poema? Mientras el vislumbramiento de la torre en la última visión es incomunicable, la seguridad de la existencia del poema es continua e inmediata, pues en el poema la imagen mantiene el fuego de proporciones, y en la poesía, la metáfora, no en el sentido griego de verdad como develamiento, sino en lo poético de obscuridad audible, adquiere su sentido de metamorfosis que justifica sus fragmentos. (Tal vez las asociaciones, los ritmos que Rimbaud llama nadas, y que elaboraba en tal forma su silencio que salía de ellos diciendo: déme papas, déme vinos. O al final, cuando le era casi imposible escribir a Mallarmé, y nos decía: he perdido la razón y el sentido de las palabras más familiares)"
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José Lezama Lima, 1948

sábado, 19 de diciembre de 2009

Tierra prometida [Promesses de une terre encore très lointaine] (Analepsia M)


Por fin... hemos llegado.


¿No es hermoso?


Hemos llegado limpios, ligeros, vigorosos. Sin ideas absurdas, sin olores penetrantes ni acérrimos sabores.


Hay una mancha en la orilla. Es alguien, o algo, o un reflejo de nenufar quizás.

Polen en los cabellos: despeinados, rubios, claros. Una maraña de suspiros. El sol embiste de lado. El atardecer, los montes, las nubes.


Creo que hoy es miércoles. Sueño de marzo.


Mira mis dedos: son delgados, como tú ¿No te hace gracia? ¿Por qué ríes entonces?


Los árboles se mecen despacio, acurrucan las hojas. Bailan y cantan tranquilos.


¿Cuántas cosas han quedado detrás? No lo recuerdo.
¿Cuántos somos? ¿Uno, dos, ciento cuarenta y cuatro mil?


El lago lo sabe todo.
No hay aire más fresco que éste.


Ojos cerrados. Cruza la libélula por enfrente: se ha ido el silencio. Allí está de nuevo.


Finalmente... estamos en casa.


¿La vida?

On fairytales [De la serie: "Las criaturas del hombre"] (Analepsia CMXCIX)


"En una ocasión compilé una antología de literatura fantástica. Tengo que admitir que el libro es uno de los pocos que un segundo Noé debería salvar de un segundo diluvio, pero denuncié la culpable omisión de los más importantes e inesperados maestros del género: Parménides, Platón, Juan Escoto Erigena, Alberto Magno, Spinoza, Leibniz, Kant, Francis Bradley. De hecho, ¿qué son los prodigios de Wells o de Edgar Allan Poe - una flor que nos viene del futuro, un cadáver sometido a hipnosis - comparados con la creación de Dios, con la elaborada teoría de un ser que en cierto modo puede ser tres y que solitario perdurará para siempre sin tiempo? ¿Qué es el bezoar comparado con la idea de la armonía preestablecida? ¿Qué es el unicornio al lado de la Trinidad? ¿Quién es Lucio Apuleyo ante los proliferadores de Budas del Gran Vehículo? ¿Qué son todas las noches árabes de Scheherazade comparadas con un argumento de Berkeley? He venerado la invención gradual de Dios; también del Cielo y del Infierno (una remuneración inmortal, un castigo inmortal). Son invenciones admirables y curiosas de la imaginación del hombre."


Jorge Luis Borges, 1966

Iluminación esnob (Parte I) [Analepsia CMXCVIII]


Preñado de referencias canónicas e ineludibles, corro con orgullo y desenfreno por la acera anímica del Cosmos, como un pavorreal desbordante de mundos, de mundos poderosos y reales, no de fantasmagorías cotidianas ni de banalidades varias. Toda la sangre sube a mi cabeza y se agolpa allí, anarquista de la gravedad: me hierven los cielos, las aves, los cirros. La pistola cargada / la pluma cargada / el ingenio cargado a punto de disparar a mansalva sobre aquel despiadado y blanco retador que siempre nos intercepta de frente en el camino hacia la inmortalidad, que nos desafía con su vacío, con su nada, con su “antes-del-Fiat”: digno y querido enemigo. Con mi camisa de once varas puesta y bien abrochada, veo la noche aproximarse, y después de ella, me estremezco anticipadamente ante el presentimiento de la súbita rasgadura de la aurora. Hoy todos somos soles, estrellas perfectamente alineadas, continuum poiético de un magno soneto universal que ha permanecido escribiéndose por milenios y que se sigue escribiendo sin ánimos de cesar algún día, llevado por la mano y obra de sendos avatares lumínicos, pasados, presentes y futuros, poseedores y herederos todos de la noble antorcha del hombre: no tan numerosos pero numerados puntos tangenciales trazados sobre Nuestra Única Circunferencia. Rostros, voces y aromas de aquellos héroes prometeicos que han ganado, indiscutiblemente, su lugar en el Valhalla.

Pienso en Dante, en Shakespeare, en Cervantes, en Goethe y en Joyce, y se abre violentamente ante mí un mar inconmensurable de ambigüedades, de efluvios fluorescentes, de barbas-cimas puntiagudas y de horas implacables, insuperables. Todo lo humano se ha dicho ya, se han estirado las lenguas hasta reventar, se han agotado los moldes para hacer memorias. Una serie de intimidantes sombras se ciernen sobre nuestros cuerpos, obscureciendo todas nuestras aspiraciones. Y sin embargo, henos aquí, ingenuamente, al pie de la trinchera. Nos imaginamos guerreros, y no puede ser de otra forma.

Pienso en Whitman, en Khayyam, en Rilke, en Pessoa y en Gorostiza, y nuestras rodillas flaquean, nuestros ánimos se cubren de escombros y las torres vigías de nuestros sueños se hacen pedazos al más leve contacto con la bala de cañón del canon, lejana, pero certera en su derruir. De pronto despuntan, como navajas sacramentales, luces de Kerouac y Ginsberg, de Rimbaud y Baudelaire, de Ovidio y Virgilio, de Chaucer y Bocaccio; luces que iluminan vasto y hondo, que tiñen e inflaman nuestro horizonte, avivando la brillante criatura etérea que se alberga fluctuante en la leña de mi inspiración. Se incorporan de nuevo los bridones a la contienda, de antemano ya perdida.

Pienso en Proust, en Dostoievski, en Kafka, en Tolstoi y en Dickinson, y nuestras preciadas y aterciopeladas cortinas se caen de los ventanales, dejándolos desnudos, desprotegidos, frágiles e impotentes ante la ceguera ocasionada por la lanza oblicua, la potencia heredada de los genios. Los cuervos graznan sobre las tumbas del deseo sublimado. Un parpadeo de Woolf o de Beckett es suficiente para descuartizar un asno, así como las flores Poe esperan gustosas todas las primaveras ser polinizadas por el insecto Wilde. Un nuevo Homero ha brotado de la tierra, con finos pétalos de Verne y fuerte tallo de Molière ¡Avanti, avanti, ya casi tomamos el alcázar!

Pienso en Borges, en Huidobro, en Cortázar, en Hernández y en Lezama Lima, y todas nuestras ciudades semi-perfectas se hunden, colapsan, se humillan, polvorientas, y le besan las sandalias y la toga a los ídolos de mármol. A orillas del río Rulfo, Inés de la Cruz lava su hermosa cara mientras Bécquer se ha bajado De La Barca y ha planeado conquistarle. Las Revueltas nunca traen la Paz a los pueblos, y menos a los territorios amurallados de Góngora y de Quevedo. Suaves gotas de nieve-miel escurren de los cántaros de Machado y Carpentier, y se posan suavemente sobre los deliciosos dieciocho senos de las musas trepidantes. Yo los lamo con gusto y con lascivia, me alimento y me resguardo en sus musicales pechos: así es como me olvido fugazmente de las estaturas que opacan y de las magnitudes que intimidan. El amargo sabor a Eclesiastés que invadía mi boca cede por unos momentos.

Liso, llano, simple, inocente y desentendido como un niño contento en medio de un tétrico bosque lleno de fantasmas, me hago a la tarea diaria de acrecentar mi sordera y mi ceguera ante lo ya dicho y lo ya fijado de una vez y para siempre. Los cantos de las sirenas no han logrado todavía aplacar mis modestas intuiciones, ni la Madre Gorgona ha podido todavía convertirme en piedra ágrafa y estéril. Después… quién sabe. El tiempo reza lento sus oraciones matutinas. De pronto, la fiebre vuelve a retomarme, mientras la historia de la literatura cede y se agazapa, acobardada, en un rincón de mi alma, habiéndome de antemano ya infectado felizmente con sus póstumas bendiciones. Un papel, un golpe, una lámpara de aceite: eso es todo lo que necesito por ahora.

lunes, 14 de diciembre de 2009

"Nunca cambies" [PJ Harvey’s “This mess we’re in” footprints in the snow] (Analepsia CMXCIV)


Adelante: los caprichos no esperan al atardecer.

Tras la pesada y frágil cortina que ningún ser vivo es capaz de vislumbrar, bailan vigorosas un par de piernas sueltas y bien formadas, y sobre ellas, revolotean veinte alondras parduzcas mientras tejen canciones de juventud. Algunas alegres, otras tristes, otras púrpura, magenta y violeta.

Se oyen un par de clarinetes por encima de los edificios intelectuales, monolitos que rasgan andróginos el tiempo archivado, como queriendo apuntalarlo sobre su propio eje a manera de suave y cruenta espiral, de castigo infinito. Una vez que se anestesian los ojos, se pierde para siempre aquel fruto emergente del ayer y del mañana: consuelo, bendición y escudo. Ecos del bosque, bramidos del mar, antorchas de la ciudad.

Miles, millones de seductores cuerpos llenos de adrenalina y de plata pura disuelta en el agua de la mañana clara agitan con fuerza sus emociones, como palmeras extasiadas en pleno huracán, con el único fin de ser recordados prematuramente, de permanecer grabados en la tablilla de cera de los cirros y de las marejadas, hermanos impertérritos de la continuidad universal.

Más nada consiguen… o al menos no demasiado. Es así como los niños pierden todos sus espejos.

Salen las notas de sus nidos. El desorden toca todas las ventanas con cruel parsimonia. Prestas las amalgamas, las simbiosis y los cariños varados para el combate instantáneo. Todos a un tiempo, a dos, a tres, a cuatro, a cinco, a seis. Un ancla gigante vuelca su sombra sobre las cabezas desparpajadas del solitario dios, sobre el amor amasado de los siglos que no se supo entregar con propiedad en las bocas adecuadas ni entre los muslos propicios ¿Acaso siempre fuimos abedules, eucaliptos, sauces, acacias blancas, fórmulas y procedimientos que nunca pudimos descifrar, que nunca fueron susceptibles de interpretación?

Allí siguen: los juguetes, las muecas exageradas. Parte de lo que fuimos, ahora clama y declama sobre el cementerio de los ídolos y de las navidades brumosas.

Ahora somos, en esencia, otra cosa distinta de ahora. Y en sustancia, otras seiscientas mil cosas más. Lo que somos ahora, lo somos en forma de neblina huidiza, de sutil y fugaz perfume de Diciembre, de Enero, de Febrero y de Marzo. Restan sólo las dádivas y los pergaminos rotos, pasos en falso sobre el puente que se tiende sobre los tres abismos que se pierden y se encuentran por siempre entre ellos. El anciano saluda y vuelca su alegría sobre la arena. Sus largos cabellos, cables gigantes de hielo, acarician con controlados latigazos el lomo de la estampa de la que se fue parte, y que ahora navega sin rumbo aparente, sin puerto, sin embarcadero, sin llegada ni salida.

“Nunca cambies”: ayer me lo ha dicho mi amada antes de marcharse.

¿Cómo se supone que he de responderle, si es que le amo todavía?

viernes, 11 de diciembre de 2009

Manos de humo y de niebla (Analepsia CMXCI)


La última esperanza permanece, encendida, en nuestros corazones,
como un inútil farol que alumbra las calles abandonadas.
La posibilidad, el anhelo, la inocua promesa de dejar de sufrir.
Los pecados no cometidos, purgados también
en el dolor insoportable del templo interior ya demolido.
Ni siquiera la inocencia se pone a salvo en estas tierras envenenadas.
Llama que se consume lento, obra que se consuma al mediodía.
La nobleza permanece allí, augusta, mirando al vacío.
Nada que perdonar, ni tampoco nada que homenajear.
Sólo una mirada.
Es de noche aquí, aunque sea de día, ¿no es así?
Tan irreal lo de ahora como lo de antes: sueños todos nosotros.
La ciencia un acto reflejo, un espasmo de miedo.
¡Cuánta ingenuidad la vuestra, hombres, cuánta!
¡Cuánta soberbia transformada en teoría, en lianas colgantes y en balas de salva!
Mirad al moribundo, tendido allí, en agonía, sin poder hacer nada.
¿Acaso puede iluminarnos su nada como lo hace el sol, la religión o la luna?
Sus ojos brillan, siguen brillando todavía.
Respiración, exhalación.
Sus ojos ya no brillan más, han dejado de brillar.
¿Eso fue todo? ¿Eso es todo? ¿Eso ha sido todo?
La chispa extinta ante mí.
Las naves zarpan de los muelles, presurosas, hacia ninguna parte.
Un colibrí sobrevuela el tierno y pesado cuerpo,
hace poesía sin saberlo, sin importarle nada en absoluto,
a contraluz del cielo, con el cuerpo ligero y flotante.
Las rosas miran, respetuosas y a distancia, semejante espectáculo.
Se despide la aurora boreal de nosotros. Nos besa, helada y absurda.
Y nosotros, desde el otro extremo,
aguardamos en silencio, mudos y tontos, sin poder contestarle.
Se iza un pañuelo blanco en la tarde. Se sumerge el yo de nuevo dentro de sí mismo.
No hubo mejillas saladas. Tampoco sollozos.
Sólo honda reflexión, maldita voz, y un leve temblor de manos.
Manos frágiles e impotentes, igual que el razonamiento.
La sangre, el niño, el agua: todo se escurre, se evapora, se escapa.
Trémulos espejismos de aquello que nunca estuvo en realidad.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Claro (Analepsia CMXC)


Claro.
Se ha despejado el panorama.
Sólo queda el azul, el índigo, el violeta y varios tipos de blanco.
Ahora es que veo realmente.
- ¿Es posible ahora describir el viento?
- Sí, ahora sí.
Claro. No es sólo claro: es sobre todo claridad. Claridad ilimitada.
Alcances de la visión que sólo pueden ser asequibles después de la ceguera.
- ¿Y qué es lo que queda después?
- Luz matinal. Copos de nieve, rocío. Nueva piel y nueva tierra.
- Formas, texturas, brillos, sombras, colores, contrastes, simetrías danzantes.
Es necesario sentarse aquí, justo en este lugar, para apreciar de lleno la belleza del mundo y sus criaturas, sobre todo la singular belleza del cuerpo humano, sin estorbos.
- ¿Es necesariamente cierto esto?
- Sí. Al menos para mí lo es.
Un soplo refrescante recorre el camino que ha dejado atrás la llama incandescente.
- Hace frío… ¿y qué?
No es un frío helado: es un frío que templa, que restablece, que disipa la fiebre.
Se ha despejado el panorama… por ahora.
El humo regresa. Anuncia el fuego. Es posible oír el crujir de las ramas y de la hojarasca, la terrible música del incendio en el bosque.
-Es inminente la tempestad. Se nubla todo.
- Sí. Está por alcanzarnos una vez más, ¿no es así?
- Sí, pero no importa ahora. Mira…
Esperar un momento, inconmovible, dentro del claro: eso justifica todo.
¡Cuán delicioso es divisar el brotar de la aurora!
-Es el canto de cinco pájaros distintos, ¿no? Escúchalos bien.
-No lo sé. Me parece que son más. Muchos más.
Ya viene la vorágine. Las vorágines, la hidra de cien cabezas.
¿Cómo es que lo sé?
No puedo saberlo ahora. Ahora no estoy aquí.
Estoy por ahí, y por allí, y quizás por allá también.
Pero ya viene… y entonces tendré que regresar.
-¿Ya viste qué inocente es todo esto en realidad?
-Sí. Increíble. No puedo ni siquiera hablar. No quiero hacerlo. [Pequeña lágrima corre cuesta abajo]
- Yo siempre lo supe. Pero ahora lo veo. [Esbozo de ligera sonrisa]
- Sí.
- Así es.
Azul.
Índigo.
Violeta.
Blanco… blanco… blanco…