miércoles, 15 de diciembre de 2010

The cloud of unknowing (Analepsia MCM)


- Debéis de buscarme en las orillas más que en el centro, hijo mío.  Recordad bien esto que os digo.

Un fuerte olor a gasolina sube hasta mis fosas nasales: el incienso de nuestra era. Abre tu velo un poco, te lo suplico. Permíteme ver por un instante tus suaves costillas, esas estructuras llenas de primoroso sudor, de barniz de hombre, la raza olvidada. Seca estas lágrimas de alquitrán y ábreme paso hasta el fondo de mis imperfecciones ¿Quién me absolverá en este templo, dime? Sus muros son amplios y magníficos, pero los fieles que lo frecuentan son fantasmas, mudos contendientes por un pedazo de niebla, como yo mismo.

¿Encenderemos un fósforo, entonces? No nos caería mal un poco de luz enmedio de tantos amaneceres. Corremos el riesgo de volar todo en pedazos: nuestra trayectoria, nuestras alas, nuestros hábiles dedos, el edificio entero en el que oramos día y noche. La tintura roja que envuelve a los seres por dentro es pura poesía, pisoteada por los siglos vagabundos y por las guerillas de egos, sí, pero poesía a fin de cuentas. Dicen que tu solo aliento es sagrado, igual que las sandalias de aquel hombre que vino del mar. Muéstrame, pues, el báculo con el que habrás de guiarnos felizmente hacia el corazón de tu obscuridad.

[TENEBRAE FACTAE SUNT]

El niño travieso de siempre sigue jugando allá, apartado, pisoteando las banderas y los telescopios, el púlpito y la máquina de escribir, pero sobre todo aquellas tablas de la ley hechas de  aluminio y policarbonato. El poder ya no se puede comprar como antes, en los buenos tiempos: ahora hay que tratar de ventilar bien los cuartos y de mandar a puerto a todos los roedores que pudieran morder nuestro cableado y por ende, frustrar nuestros propósitos ¿Qué traerá hoy la marea entre sus largos  vestidos? ¿Qué tipo de desconocido fruto colgará hoy de los manzanos? 

Tus puertas hoy día son digitales, algunos afirman. Algunos nos seguimos asombrando ante los sitios sin techo ni suelo, los espacios sin materia, las letras e imágenes que se levantan de la nada y que se sostienen solas, como en un milagro. Ahora habitas en todas partes, igual que antes, pero la gente sigue siendo ciega, como siempre. Tenemos acceso ilimitado a tus néctares, pero la sed no nos deja en paz, nos acompaña a cualquier lado, cual fiel escudera ¿Habré de lavar mis heridas en la vieja pila de bautismo, acaso? ¿Usaré los mantos ancestrales de las huestes angélicas para secar mi rostro, ungido de vasto conocimiento, hueco como un tronco podrido? Simulo una nave que parte de continuo, guiada por estrellas risueñas y planetas socarrones.

Mírame ahora, cuatro años después... ¿quién soy? ¿El maestro de los nuevos soles, el crisol de la verdad sin mácula? Aún hay espigas de trigo entre mis muelas, enteras. Cuesta trabajo masticar el pecado, esa dulciamarga semilla de las culpas y los arrepentimientos. Me he vuelto sirviente en mi propia casa, un cúmulo de artillería inerte enmedio de las trincheras de la eficiencia. Enséñame a observar. No pido demasiado. A lo mucho necesito una lámpara, como Diógenes. O una antorcha, como aquel ángel encadenado a los montes. Mientras más me interno dentro de tus fauces, más resbalo con tu beata saliva. Me intuyo más lúcido que nunca. Corro veloz, como gacela, despreocupado de las hienas y los chacales del mundo, de las innumerables cortes de imbéciles y miserables que pululan por doquier. Ahora es cuando: muéstrate desnudo ante mí. Aunque sea sólo una parte. Solamente enséñame tus costillas, si así lo prefieres, como hiciste con Los Veinticuatro. Tal es mi único, ínfimo, paupérrimo deseo.

- Abrid bien vuestros ojos. Podéis mirarme ya. Pero antes, tenéis que aprender a olvidaros.     

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Sedizione (Down in the park) [Analepsia MDCCCXC]


Estas paredes huelen a vicio.
La frescura de tus pechos es inigualable.
Puedo saborear las estridencias de tus conflictos internos.

***sarcoma-sepulcro-sedición-síntesis-seducida-subyugados***

-------------------------------------DELINEADOR

Vapor que sale / NO SALE / mis salidas no están en ventA

{¿A cuántos gigantes has matado esta noche?}

La cresta negra del mar se alza por encima de nosotros.

El escorpión es mi amigo: ¡mirad cómo alza la cola!
///Ällzäh-läh-kòlläh?///
¡PELIGRO!
***
^^^Lo negro del escorpión se alza por encima de mis salidas^^^
*** 
È MOLTO PERICOLOSO!
Me salen vapores negros: gigantes, amigables, marinos.

{resuenas, como resuenan los huesos cuando truenan,
como las mariposas en cascada otoñal,
como la agradable brisa de nuestras conversaciones}

  1. abajo, en el parque, están los gigantes
  2. jugando con nuestros huesos
  3. no los usan como runas: conforman el ajedrez del apocalipsis
  4. sus ojos son carbones encendidos, la luna es de sangre
  5. aún creemos en los mitos: somos estúpidos, 
  6. nadamos en vasos de agua
---MIENTRAS EL FUTURO NOS MASTICA A GUSTO---

miércoles, 17 de noviembre de 2010

La importancia de llamarse Hefestos [Analepsia MDCCCLXXXIX]


La clave del refinamiento individual reside, sobre todo, en la talla del hombre (o mujer) que se es desde un principio: un hombre demasiado grande (muy entallado: poseedor de varias tallas superpuestas) regularmente no cabe por las puertas de un negocio respetable de mariscos, mientras uno de estatura muy reducida (demasiado tallado, o sea, raspado, desgastado), puede ser confundido fácilmente con una migaja de pan, con una flema con sombrero o con un asilo para muñecas abandonadas. Lo cierto es que el clímax de nuestra cordura no siempre acompaña a la adquisición de un buen juicio con los años, producto (según la mayoría de los pedagogos, los psicólogos sociales y esas otras nutrias del quehacer humano) de la educación que se adquiere durante nuestras edades más tempranas, ¿cierto, Wilbur?

- Muy cierto, mi capitán.

Bien. Los enlaces que existen entre las situaciones más descabelladas y las más normales, el sabroso estofado de mono que prepara la tía Gertrudis los domingos, las veces que me he quedado, inútilmente, esperando el tren de las siete y cuarto a las tres de la madrugada, entre otros elementos que conforman nuestra aura experiencial más cotidiana, me impelen a suponer que, con mucha frecuencia, lo que reflejamos a través de nuestra conducta no representa sino tan sólo un modesto porcentaje de nuestra constitución total como seres auto-reflexivos, plenamente conscientes del mundo en el que vivimos y nos desarrollamos. Ya que somos susceptibles de experimentar diversos niveles de estados de sueño y estados de vigilia más o menos en identicas proporciones, también poseemos una isometría de lo revelado y no no-revelado en nuestra constitución psicológica, lo claro y lo obscuro de nuestra alma, y demás clichés 'subterráneos' que no queremos sacar a cuenta ahora por temor a que se enoje 'el cocodrilo'.

Regresando a la cuestión de la talla, cuando engordamos, nos es más difícil entrar en nuestras antiguas ropas: tal aseveración debería resultar muy clara para cualquiera, ya que todos, alguna vez, hemos engordado, sin excepción alguna. Esto puede significar dos cosas: que estamos gordos y nos queremos morir, o que nuestro espíritu ha acrecentado su envergadura y le cuesta trabajo de sobremanera volver a entrar dentro de los moldes sociales y morales bajo los que nos ceñíamos hasta hace no mucho tiempo. Nosotros nos pronunciamos por la primera opción: la obesidad nos hace la vida insoportable. Habría que preguntarle a las morsas suicidas de Groenlandia, o a las modelos anoréxicas que frecuentan las pasarelas del Polo Norte, donde las bajas temperaturas son francamente inconcebibles y en donde la grasa es condición necesaria para la supervivencia del grupo al que se pertenece.

Ser grande no es cuestión de grasa, sino de gracia, como nos hizo ver Wilde en su vejez al tirar sus desechos orgánicos en el patio de sus vecinos a través de su ventana. Recuerdo ahora la anécdota de un compañero mío, misma que ilustra perfecto lo que quiero decir aquí: era un soleado Mayo, las flores brillaban con singular colorido en los maceteros, y las gargantas de los comensales (gordos, muy gordos, grasosos como prósperos mandarines) no cesaban de pasar los caros bocados que engullían sus voraces fauces, pues eran las dos de la tarde, 'la hora de la tragazón' según la orden religiosa de los capitalistas. La belleza y lozanía de las jovencitas transeúntes que pasaban por allí se acentuaba con la refracción de la luz solar sobre sus agraciados rostros y cuerpos, mediante un vaivén presuroso y francamente musical. Mi amigo, que esperaba el transporte colectivo en la esquina de la avenida principal, detuvo su mirada frente a un edificio común y corriente, del que, súbitamente, una enorme y deslumbrante llamarada se asomó desde una de sus ventanas abiertas, causándole un sobresalto como pocos había experimentado hasta entonces.

Debió haber explotado una bufa - indujo (en realidad quiso decir 'mufa', aunque también pudo haber escogido algunos otros homófonos, como 'trufa', 'bula', 'grulla' o 'güila', mucho más apropiados para el caso).

¿Qué conclusiones podemos sacar de lo anterior? 1) Todas las ventanas son peligrosas (sobre todo las que se encuentran en edificios altos: pregúntenle a los familiares de Gilles Deleuze, o a Charlie García), y 2) 'El que mucho abarca, poco aprieta'.

Lo que más sorprende de todo esto es que nos sigamos sorprendiendo de las cosas que acontecen en el mundo en el que nos desenvolvemos, pese a que hayamos sido domesticados (i. e.: educados) durante muchos años y que hayamos alcanzado la edad adulta (el mundo de los niños muy pequeños es un mundo de ¡eurekas! constantes, de develación de cosas magníficas en su aparente insignificancia, así como de derramamientos innecesarios de heces y de orina, al igual que hacía Wilde). Hay que reflexionar en qué sentido uno crece y se va transformando en una simple bola de grasa, ¿o es que al crecer uno no crece en realidad, ya que uno crece al hacerse más joven, o sea, al crecer menos que los demás? La cuestión del desarrollo del (cuerpo del) hombre y de la alteración paulatina de su entorno es un dilema científico que debería de aquejarnos a todos por igual, pero sobre todo a las abuelitas cachondas y a los lapones come-atún. Nosotros, como buenos escépticos originarios, mantenemos nuestro pensamiento entre paréntesis (i. e.: nos hacemos medio pendejos) y no sometemos temas tan espinosos al escrutinio de nuestra razón, por salud mental, bucal y, por supuesto, anal. Lo que es indudable es que aquello que solemos llamar 'refinamiento' en las conversaciones que tienen lugar durante las fiestas más aburridas, no es más que un fósil semántico heredado por generaciones pasadas amaneradas y decadentes, y que, en tanto nos cae gordo Nietzsche (¡hay que decir NO a la obesidad, caray!) por pedante y bigotón, nosotros decimos: ¡que viva la decadencia y el amaneramiento de costumbres! ¡Patria y libertad! ¡A peso los cien gramos de frijol bayo, reinita! ¡Salambó no era puta, los males la hicieron ser! ¿O no, Wilbur?

- Así es, mi capitán.       

jueves, 11 de noviembre de 2010

*** (Analepsia MDCCCLXVI)


Mira el agujero: no dejes de mirar su fondo.
Se hace grande, también pequeño... ¿lo ves?
{¿O es que acaso es insondable?}
Es un milagro: una astilla de luz en la carne del ojo.

Hay también luz, dicen, a la mitad del desierto:

a) Un cristal atorado.
b) El sol pasa, galante, y dorado.
c) Sólo es agua, vapor amaestrado.

Sin embargo, de manera paulatina, la sombra nos va alcanzando.
{Aún bajo la luz más clara, o con el ojo más carnoso}
Sino y destino: la señal en el camino.
Las mudas rocas nos vigilan, como madres preocupadas.
Son las vigías de nuestra conciencia.
Nos mandan besos desde atrás, nos bendicen, nos desean suerte.

¡Qué largo es el cabello cuando no hay quien nos lo corte!

Las manos quietas, y heladas.
El semblante que se estanca, como estatua.
Los ecos que se distorsionan, como lúcidos espectros.

Dices que amas las cosas, que las deseas, que las procuras.
Abre tu pecho, entonces: muéstranos tu espalda.
Dejad que las horas te coman a gusto.

El alivio viene a caballo, lejano, lento, pero seguro.
{Y de cerca la rosa, con los labios del caballero sobre su tallo}
Lentamente cabalga, de lejos, y alivia todo a su paso.

¡Cuánta sabiduría encierra el destierro, la perra y el perro!

Cuando la ternura amaina, se desbordan los ríos.
Suave y grato sabotaje del dique.
El témpano que se quiebra en tres, y se hunde en la mar.
{La angosta puerta del amor se alumbra}

¿Agujero? Es que no hay tal.
Tampoco luz ni ojos, ni pequeñez ni grandeza.
Sólo hay milagro, quieto, erguido... eterno.

¿Cómo es que hay que dirigirse con la gente? (Analepsia MDCCCLII)


Las cortinas se mueven, discontinuas, al servicio de algo que no es uno mismo, imposible de observarse, de aprehenderse: algunos le llaman Dios, otros viento, otros sus difuntos parientes, la marea residual de la muerte. Livianas, lentas, acompasadas, danzan con mesura bajo ritmos inaudibles, provenientes de tierras exóticas e inexploradas que subyacen en las obscuras junglas de lo incomunicado. El es/pe/jo del cla/ro de lu/na [ese gris y acuoso material que rellena nuestras bóvedas óseas] establece en todo momento nuevas maneras de conocer las cosas, excitantes e innovadores modos de aproximarse a las flores más frágiles del jardín, a nuestro gran pastel de almendras que es el mundo, con todo y sus pequeñas moscas ¿Quién se encuentra nadando en mi alberca hoy? ¿Quién ha osado sumergirse dentro de la piscina de cristal de los cantos de la infancia y de las fiestas borrosas de primavera? Ah... eres tú otra vez. De acuerdo. Quédate allí si quieres. Una serie de viajes sin retorno me han enseñado a salvaguardarme de la luz lastimera que refleja lo persistentemente pensado pero jamás resuelto, y lo pesado, he decidido que se quede afuera. Cargamos demasiado a cuestas como para querer demostrarle a los demás que somos invencibles, que podemos abatir las fieras de un soplido, rasguñar el sol en un acceso de ira, desencadenar una tormenta de algodones en invierno, dejar ciego al cíclope, matar al minotauro. 

El ojo verde
refleja la flor,
violeta como es.

Viole(n)ta como es.

Los ciclos desgastan, como las olas al acantilado. Y así es como debe ser. En otras noticias, la llama representa al tigre, y el tigre al tango, por su significación salvaje pero estilizada a la vez, erotizante. La llama no puede ser llama por siempre, porque una quema, y la otra rumia. Son excluyentes por naturaleza. Una da lana, y la otra la desintegra. Y el que desintegra la lana no es otra cosa más que un tonto, pues pudo haberla canjeado antes por algo de gran valor para la humanidad, algo que no sea otra vez papel moneda, o carne de prostituta ardiente [como la llama] que nos impulse a actuar en contra de nuestro albedrío, como es nuestra costumbre. Un binomio semántico condenado a la autodestrucción, sin duda alguna ¡Cuánto has crecido desde que te dejé en la otra orilla aquel día, esperando en cuclillas, mirando hacia el crepúsculo! Tus miembros ahora son fuertes, robustos, capaces de amarrar las horas sueltas y de doblar las miradas inflamadas de soberbia. Si se te escurren estas, mis palabras, entre los dedos, es que nunca fueron consistentes del todo, debido a su oquedad. Fueron y siguen siendo como gotas maduras de néctar, pendiendo de una rama imaginaria en el límite de su dulzura, pero nada más.

Hagamos tiempo antes de que todo termine. Cuéntame tu historia. Dime exactamente a qué hora zarpa tu barco, de qué tamaño es tu asombro, en cuál de las manos cerradas escondes la pelota roja ¿Sabes? Antes solía dirigirme a los hombres como me dirigía a las cosas: con empático respeto, digna y solemnemente, con una honda admiración oculta y una frialdad transparente, insospechada, protegiendo sus secretos. Ahora hago lo mismo, pero a gran escala, macrocósmica, porque a fin de cuentas el hombre es el Hombre, y el Hombre es el hombre. Les respeto tanto a todos que les dejo en paz, cada quien en su esfera, con sus redes particulares de sueños y sus narcóticos privados. Se ven bien desde lejos, algunos son muy bellos y hasta les brillan los dientes al sonreír. De este lado del río, el aroma a leña de canela que se inflama con la aurora me penetra las fosas nasales: amanece, y el enervante perfume del Oriente se eleva por encima de mi cabeza, altivo, coronando nuestro aislamiento.

Una canción dice
que los pájaros negros
son hojas vivas en los árboles.

Hojas que cantan,
sombras que se elevan,
y que se posan en el estanque para beber.

Bebe la tinta de mi mano, ave.
Olvida las ramas, y también las nubes.
Convierte tus plumas caídas en el testamento de lo vacuo.     

martes, 26 de octubre de 2010

On Returning Home (Analepsia MDCCCL)



Si Petrarca hubiera sido un insecto, todo estaría perdido. Pero no lo fue. Escribió los "Triumphi", y salvó a la historia de la poesía universal. Es una de las frases recurrentes de mi profesor de literatura italiana. No lo dudo. Aunque más bien creo que el que verdaderamente salvó a la poesía fue T. S. Eliot. Y antes que él Whitman, por supuesto. Hay que leer "Four Quartets" o "Song of Myself" para darse cuenta de ello. Las copas de vino se terminan pronto... mira, ya no queda nada. Las arpas son tañidas a lo lejos, emiten una frágil melodía que aviva las ansias de mis ancestros, la fiebre oriental que a menudo me poseé cuando escucho interpretar maravillas en el pi-pa o el gu-zheng. Sus notas me llegan una por una, borrosas, aguadas, escurridizas.

- No son arpas: es el murmullo de la gente de allá afuera que se cuela por la ventana. Sobre todo de la gente hermosa. De la hermosa de verdad.
- Mmh... ya veo.
- Todavía no me has dicho nada nuevo de ti ¿Sigues rentando ese mugroso apartamento?
- No. Ahora vivo con mis abuelos, hacia el sur. Donde aún cantan los pájaros al despertar.

[¿Estás dormido todavía? Me pareció que entreabriste los ojos...] 

¿Qué es ese estado de éxtasis que se nos queda en la orilla de la lengua cuando rezamos con el rosario en mano? Sabe a redención, y... sin embargo... es amargo, como el ajenjo más potente. Un día, dos días... siete. Nueve. Y nada aparece en el horizonte. Ni siquiera el sol envuelto por brumas color violeta de antes ¿Qué es lo que estamos escuchando? Suena como Spiritualized, o Six Organs of Admittance. La flama baila ante mis ojos: es Salomé, la mítica puta oriental, la cruel seductora... ¿Estoy empezando a ser molesto, verdad?

- No, no demasiado.
- Bueno... eso me tranquiliza un poco. Es difícil mantener la compostura contigo.
- ¿Sigues pensando en hacer ese viaje a Armenia?
- Sí, desde luego... ¡ah! ¡Armenia! La tierra de las encrucijadas. 
- Algún día de estos me dejaré la barba como uno de esos monjes ortodoxos de allá. Muy à-la Z Z Top, ¿no? Deberías de dejártela crecer igual que yo. Se te vería bien.
- Jajaja... pásame el vino.

Autocontrol. Sólo algunos pueden mantener el timón derecho (straight). Algunos super-hombres, un puñado de soldados. Yo no sé si soy así. Todavía no lo puedo saber. Me faltan labios, me faltan espinos. Cuando hace frío me acuerdo mucho de los bosques de Noruega ¿Te acuerdas de ese viaje? Esos árboles gigantescos con sombras azules, de nieve. Y a la orilla del lago, una valkyria, lavándose el cabello. No recuerdo bien si era una valkyria o un perro, pero no importa, ambos eran blancos. Hablando de contrastes, cada día me da más gusto que viaje gente de color en el tren subterráneo. Eso habla bien de nuestras políticas internas, y muy mal de los regímenes africanos. Nos otorga diversidad, riqueza, sentido de la otredad.

- Deja de decir mamadas.
-¿Ves?... ya estoy siendo molesto. Llévame a mi casa.
- Estoy bromeando. Bésame, anda.
- No, no puedo. 
- ¿Tienes miedo?
- Sí... no sabes cuánto.
- Pero estás desnudo.
- ¿Y eso qué? Aún me conservo íntegro.
- ¡Íntegro, dices! ¡Jajaja! ¡Y con un hombre a tu lado!
- La integridad es imparcial. No conoce género, raza ni posición social.
- Suenas como esos discursos del desfile multi-color que aborrezco, jajaja... qué horror.
- Sí, lo sé. "The horror!", como Marlon Brando en 'Apocalypse Now'.

[¿Me escuchas?
Te has vuelto a acurrucar en mi regazo.
No estás en donde estás]

Sacude el polvo de tu abrigo. Cambia la página de la partitura. Hay un fragmento que aún no ha sido aprehendido, y que no debería de ser aprehendido jamás ¿Entiendes lo que digo, verdad? Mirá allá, en la lejanía. La obscura marea del mediodía no ha traído más que peces muertos. Debe ser el clima, el incesante ciclo de los amaneceres y los atardeceres. El balance divino, la copa de sal que se cae y se desparrama sobre la mesa. La piel se queda siempre en donde está, nunca se abre, jamás nos muestra todas sus venas ni sus arterias: ese es su problema, pero al mismo tiempo constituye su virtud. Hay que aprender a ser más flexibles, a danzar en la ebriedad de los campos sembrados de azucenas. Danzar no es volar. No podemos volar. Hay que danzar.         

miércoles, 13 de octubre de 2010

Los secretos de la prosperidad (L' inspiration de l' oiseau) [Analepsia MDCCCXXI]


Jimmy se sentó frente al piano y comenzó a tocar. Trazaba pequeños esbozos sin mucha importancia, ensayaba líneas huecas {Su  maestro le había dicho: "echando a perder se aprende", lo cual es falso}. Sí, le fluían los dedos, pero no emanaba nada. Arriba, y luego hacia abajo: todo inútil. Como salida de una visión profética, una golondrina entró por la ventana del músico. Sonó como una trompeta, quizás un poco más agudo, ya instalada la sordina. Al verla, sintió un sobresalto como pocos. El cráneo se le salía de tan emocionado que estaba (la camisa también se le había salido del pantalón, algunos meses atrás, para nunca regresar). Volteó a ver sus intenciones, y se dio cuenta de que estaba mal sentado. Ahora, bien acomodado (también era burgués), empezó desde cero su ejercicio de composición. Algo salió, muy vago, pero algo a fin de cuentas. Era como una escala con la nariz chata, con vanidad en las orejas. Él la tomó, y se la guardó en el bolsillo sin siquiera observarla. "El jazz no es tan fácil después de todo" - pensó. Hay que ser limosnero de las musas cuando los tiempos se ponen difíciles, y ser generoso en la abundancia, porque, como escribió Jovenciano hace ya varios siglos:

El maná de los hombres ilustres,
mi alimento de continuo,
ha sido especialmente abundante estos días,
lo cual hay que agradecer.
Tirado, sobre una cama imaginaria,
resiento mi costado compungido por unos labios ajenos,
no por los labios que besan,
sino por los que susurran, los que recitan,
esos labios que abren agujeros en las paredes
cuando se les deja libres
haciendo a un lado el látigo de la elocuencia
y de la presunción dolosa.
Esa bella herida
fruto de la pureza de una ceguera clarividente
no hay que curarla, no.
Está bien mantenerla abierta.
Hay que recordarla por el día y por la noche,
en la claridad del sueño, al atardecer.
Con el frío de los miembros, con los calores internos.
Son heridas que sanan a otras heridas,
quizás más hondas pero menos significativas,
raspones ocasionales, llagas circunstanciales.
La humildad por sí sola es un chiste.
Cuando tiene raíz, es divina.

Retomando su posición, la golondrina siguió armando armonías las cuales, si seguía bien el asunto, pudieran servirle como base para el tema principal, ya que su olfato para encontrar el ritmo preciso en una pieza había sido dañado permanentemente, un día de campo en el que aspiró demasiado (quería ser presidente) humo de una fogata. El bandolón tomó la taza de café que yacía al borde de la mesa de centro, y le dio un sorbo: ¡la nota que faltaba! Eso era: seguir el curso de las cosas, como recomendaban los chinos. Se arrancó las botas de un salto, se peinó hacia atrás, y siguió ensayando. Gustaba de tejer en crudo: sobre la materia bruta, esculpiendo el sonido directo sobre el marfil manchado. Muy pronto se dio cuenta de que el saco le quedaba chico, así que decidió cazarlo: le metió tres balazos, y luego lo colgó sobre el perchero de la sala, a manera de trofeo. Todo cambió desde ese momento. Una tarde deliciosa, sin duda, llena de compases nuevos y de trilogías nunca antes concebidas (adecuadas para tocarse con tríos: un saxofón, una guitarra y un bajo). Limpias las ventanas de epopeyas y de Poncios Pilatos, bajó las cortinas, porque le lastimaba la luz de la calle.

Inesperadamente, al girar su cabeza, entrevió una mancha aglutinante de colores que se agazapaba en la esquina de aquel espacio. No supo qué hacer, y siguió componiendo (después se acordó que no se había lavado los dientes en la hora de la comida: no hay que dejarlos puercos, los puede opacar la masilla). Al poco rato, Mefistófeles, la mancha, hizo acto de presencia y le inquirió:

- ¿Cuánto quieres por tu música?
- Doscientos verdes.
- Hecho.

El ave tomó el dinero, y se fue. Hoy tocan su última pieza en el Sixty-Six, ante una audiencia de más de cincuenta y tres personas. Se preven cambios bruscos de temperatura: si va a salir a escuchar el mar, abríguese bien. Más vale prevenir a que de pronto le salgan cien eunucos armados con sus sables árabes detenidos en las fauces desde el interior de un cántaro rojo en plena Samaria. El talento migra de mano en mano, como migra el capital. Es eso lo que dicen los gurúes y los expertos.

{Una mañana de alertas que les ayudará a descubrir todo lo que pasa detrás del intercambio monetario con un billete de $200.00, el cual deberán de estar dispuesta(o)s a perder, o bien, a multiplicar...}

lunes, 11 de octubre de 2010

No somos templos, ni flores (Analepsia MDCCCXVIII)


 ¿Por qué dejaste tu chaqueta de cuero sobre mi asiento? Ni siquiera hacía calor. A través de todas las mañanas que he experimentado, las buenas, las malas y las indiferentes (éstas últimas, la abrumadora mayoría), he logrado entender la importancia de abrir los ojos cuando así nos lo exigimos. A veces la obscuridad se ilumina con la misma obscuridad, como sucede mediante los rituales del triángulo invertido, o en algunos trabajos de Chris Cunningham o de Mark Romanek. Cuando crece una sombra en la tarde, como un tumor alargado enmedio del asfalto, también se expande el espacio interior en donde se contiene y entretiene, delimitada, nuestra moralidad. El ocaso siempre estira nuestras posibilidades de ser algo más. No obstante, el actual perspectivismo moral nos ha convertido en verdaderos perros de caza, en fieras insaciables a las cuales les ha sido retirado el bozal, carentes de educación, desconcertadas, sin saber a quién morder ni por qué. Tal situación de aparente libertad es ventajosa para quien la sabe manejar con gracia, pero, en general, es raro el buen técnico en cualquier campo, tanto para hacer zapatos como para llevar a cabo sus más sombrías convicciones y, aún así, pasar desapercibido en medio del oleaje amorfo de las masas, del procedimiento cotidiano del 'buenos días', del 'ponte a trabajar' y del 'hasta pronto'.

El ideal simbolista de las correspondencias de vez en cuando necesita un buen baño de mística negativa para desembarazarse de toda la melaza romántica de la que se le suele cargar a menudo, según lo veo. Una vez que se comienza a postular estructuras, difícilmente uno puede detenerse, se va convirtiendo progresivamente en una adicción, en otra especie de lasciva dependendencia de un saber seguro, certero, lleno de espejismos agradables y de recipientes desbordantes de miel con eucalipto para remediar la tos, hologramas de la dicha: uno se vuelve kantiano, freudiano o lévi-straussiano por mera comodidad, así como alguien permanece ligado emocionalmente a otra persona para sentirse protegido, resguardado de los peligros de la intemperie, por mera costumbre y por miedo a la soledad perpetua. Tal condición hace bien a algunos espíritus, pero a otros simplemente los constriñe, les corta las alas. Es más fácil adjudicarle nuestros errores al subconsciente o a nuestros pre-juicios históricos, que agarrar al toro por los cuernos y aprender a someternos a nosotros mismos.

Ese tipo de individuo dependiente no ha llegado a penetrar (no digo a comprender, ya que este tipo de cosas no pueden llegar a comprenderse), o tan siquiera a rozar la posibilidad de verse iluminado por su misma obscuridad: necesita del alumbrado público. Quizás la intuye para sus adentros, pero no se atreve a mirarse aún en el espejo de su nada parcial, a sacar la cabeza por el barandal. Uno dice 'amor' y se piensa de inmediato en luz, en reciprocidad, en perfecta simetría, en redención. Su contraposición inmediata no es el odio, desde luego, el cual es sólo ese mismo amor vuelto contra sí mismo, de manera vigorosa e implacable (aquí sí es posible la completa equivalencia: amor/odio, luz/sombra), una vez que el objeto anteriormente idealizado ha revelado por fin su incapacidad real de colmar nuestras exigencias más simples, no digamos las más sublimes: es la otra cara de la moneda del sentimiento primario de la existencia, el tránsito bastante común de la infatuación a la decepción. No: el eterno contrario de este tipo de amor no puede ser el odio sino el vaciamiento, el cual, de manera paradójica, pretende ser un camino transitorio hacia una especie de plenitud que de ninguna manera puede ser alcanzada mediante las vías del libertinaje sexual ni del conformismo monógamo a las que estamos acostumbrados, y ni siquiera por medio de cuestiones menos contingentes, como el culto a la filantropía (o a la misantropía, otro reverso de lo mismo) y a la compasión universal, es decir, los ideales más nobles que posee la humanidad, a los cuales respeto profundamente, de la misma manera en que se respeta una estatua gigante de mármol, o una catedral monumental.  Pero la piedra siempre será piedra, y nunca un ser humano encarnado, por muy bien tallada que se encuentre. El dilema de Pigmalión se actualiza en nuestros huesos al sostener la carne que somos. Y la carne, recordemos, se pudre con el tiempo.

Hay que aprender a vaciarse, pero uno no logra vaciarse queriendo vaciarse, y mucho menos queriendo llenarse. La mano escribe su epitafio sobre el lienzo del aire, traza su caligrafía y la analiza, paso por paso, de manera meticulosa mediante la reflexión de su conducta, aquellos diseños irrepetibles que no alcanzan a ver los ojos, esos demasiado obscuros, demasiado transparentes, aquellas intuiciones flotantes que performan nuestros actos. Dicen que una exhalación fue la base del comienzo del Cosmos. Representa la metáfora del terremoto inhabitado de aquello que se nos escapa de continuo, el calor que hacía falta la vez anterior, esa noche que dejaste tu chaqueta en mi auto. Nadie deja algo 'porque sí', de manera aleatoria. De eso se encarga la inercia, la fortuna, el azar, Tyché, tutora de todas las cosas. Nosotros albergamos propósitos, ojos hambrientos de luz y de cuerpos nuevos, de nuevos idiomas y de sabiduría renovada. Queremos, nos movemos conscientemente, y en tanto identificamos lo que deseamos trazamos caminos, de los cuales a veces nos percatamos de sus causas de manera inmediata, y otras tantas nos damos cuenta de las mismas mucho después, como un efecto tardío. No somos templos, ni flores: somos vasos comunicantes, fibras ópticas 'que se encienden y se apagan según medidas', puentes entre una, dos, tres, cuatro, cinco posibilidades de transición de lo humano. Así que no me salgas ahora con que no sabes por qué la dejaste.

Su respuesta no se hizo esperar: "Porque hacía calor, y se me olvidó recogerla."

Claro. No podría ser de otro modo. Una vez más, creo que tienes razón... y yo no.     

viernes, 1 de octubre de 2010

Requiem (Analepsia MDCCCVII)



Escancia, Calisto, cuatro copas de buen vino
y tú, Álcimo, ponles hielos veraniegos;
que mis cabellos estén lustrosos, empapados en exceso de amomo
y que mis sienes se cansen de llevar guirnaldas de rosas:
ese mausoleo tan cercano nos anima a vivir
al mostrarnos que los mismos dioses pueden morir.

Marcial, Epigramas: 'Días de vino y de rosas'
 


Una línea de humo en el incensario
nos ha señalado el camino.
Mientras, las ciruelas se pudren en el oro.

{- Con regularidad me acomodo justo en este sofá y comienzo a divagar sobre los trazos imaginarios que las estrellas forman entre sí, sobre las espirales que aparecen en la superficie del café con leche, sobre los pequeños cristales que emergen del vaho sobre la ventana del autobús durante un día muy frío.
- ¿Y qué sacas de todo eso, eh?}

El apetito nos corroe.
Todo es delicioso.
Puedo escuchar sus huellas en el aire.

En el fondo del cristal
se asientan los restos del vino.
Mis falanges han dejado de moverse.
Las espigadas sombras de las hojas
rasgan a la luz prisionera
en el vidrio.

{Suelta tu cabello. Eso es. No te muevas. Quiero verlo. Déjame olerlo por unos segundos, sentir su suavidad, su peso, deslizar mis dedos a través de sus surcos. Ahora escucha con detenimiento la música. No hables. Siente. Educa tu oído. Advierte cómo regresan los temas}

Mis palabras se confunden con las de otros.
Las paredes semejan reflejos de algo más profundo.
El mundo entero se tambalea, como el ave-luna posada en el lago.

{Hace mucho tiempo solía jugar en los bordes de la cama de mi madre mientras dormía, con mis juguetes, tratando de no despertarla. Así aprendí a jugar con discreción, a no sentirme solo. Allí, hincado sobre la alfombra de su recámara, imaginaba cómo su cuerpo envuelto en las sábanas y cubierto por el edredón no eran sino mesetas de gran envergadura, con picos altos y con montañas de formas caprichosas, de múltiples texturas, de colores imposibles. No podía existir un relieve más adecuado que ése para llevar a cabo mi ficción de bolsillo}

Nada podemos deducir de semejante quietud. Los grillos se han callado. Los perros han dejado de aullar. La tapicería rococó de los muebles, las lámparas rojizas y las batas de terciopelo oriental han dejado de surtir su efecto en el prójimo. Por eso alzo mi copa, y brindo: "Por más noches como ésta".

Amplia es la estructura, el fundamento.
Tan amplia que no es posible abarcarla.
No brilla: es obscura, como un piano negro.

{- ¿Y qué harás cuando el frío finalmente te alcance, eh?
-Pues qué se puede hacer. No hay mucho qué hacer. Abrigarse bien y rogarle a Dios. Y si no se cree en Dios, invocar religiosamente todos los instantes que aún se conservan en la memoria, aferrarse a ellos con fuerza, con necia fiereza hasta ya no sentir al calor caminar por el cuerpo, hasta  que todas nuestras fuerzas hayan emigrado a otra parte, y dejarles irse} 

¿Qué queda después?
Los dedos, la copa, la botella de vino vacía.
Un desierto lleno de placeres, un sembradío de pecados.

Una nube de somnolencia hilarante.

Pieles que sonríen, siluetas que parpadean.
Bellas serpientes de encaje negro.
Fantasmas de Babilonia, de Egipto, de Persia, de Creta.
Sobre todo de Roma.

{Tienes las manos muy frías. Siempre las tienes así. No sé por qué sigo contigo. No me gusta que me acaricien con las manos frías. Me hacen pensar cosas. Cosas horribles ¿Quieres que vuelva a encender la fogata? Puedo traer más leña, si gustas ¿Está bien? De acuerdo, traeré más leña. Toma, ponte estos guantes} 

Mi redención repta sobre la duela.
El mosaico se ha roto: los pedazos botan
y se dispersan por doquier.

Siempre me encantaron las cosas simples:
la risa, el sueño, el olvido.
Un amanecer desde el balcón, en la ribera.

La fruta se yergue desnuda sobre la mesa.
La adorna con su aroma, la engalana con su corrupción.
La mosca la mira, ebria, hambrienta de colores y de formas.

{No te vayas. No todavía. Quédate un rato más. Hasta mañana. Tengo mucho que contarte. Prometo que te dejaré ir tan pronto amanezca. Por favor, mira mis ojos, son sinceros. Son transparentes ¿Por qué tienes qué irte justo ahora? Es peligroso. Hace frío. Anda, quédate un poco más, sólo un poco... no demasiado... lo prometo}

-Blanco total-

Al clarear el día, los pétalos de las flores se despiertan, y los canarios comienzan a entonar sus primeras canciones. La fresca brisa de otoño inunda los corazones de los niños y de los ancianos, mientras el reflejo de un joven maduro en su ventana, con ojeras prominentes y una actitud severa montada en su ceño, nos saluda, ausente.

Symethreia (Analepsia MDCCXC)


***
El cubo rojo
es el corazón.

No tiene gravedad.
Está compuesto de un material ligero.
Aromático.

La sonrisa
es la flecha enmedio del cubo.

Es larga, angosta,
y raspa como la arena.
Huele a espejo. 

El  corazón
es el eco de las montañas.
***

jueves, 30 de septiembre de 2010

It take a lot less time and most people won't notice the difference until it's too late (Analepsia MDCCLXXXVI)




Hilarante aparición, sumamente hilarante.

Sólo era cosa de voltear a verle: el vientre hinchado de tanto beber, las piernas flacas, la espalda arqueada, los ojos apagados, la piel reseca, las cejas despeinadas, las uñas crecidas, las suelas gastadas, el cigarro apenas pendiente de las comisuras de sus labios. Un personaje de relleno, un monigote cualquiera, un homúnculo de clase baja. La vergüenza de su estirpe.

[Crescendo] El amanecer pasa por encima de su calva desprotegida y le pisa, burlándose de él, zapateándole su intrascendencia, día con día. Un sombrero le hubiera venido muy bien  en aquel instante,  pero el dinero era escaso en sus bolsillos. El brillo de su seborrea: lamentable espejo de las polillas que pasaban volando muy cerca de su cabeza [Decrescendo]

-Sometimes I wonder if the world's so small
that we can never get away from the sprawl.
Living in the sprawl.
Dead shopping malls rise like mountains beyond mountains
and there's no end in sight
I need the darkness, someone please cut the lights-

Durante el día, los problemas le aquejaban, como a todas las personas. Sentía comezón en las narices, le sudaban las manos. El pantalón se le caía muy a menudo, sobre todo a la mitad de la plaza pública, sin razón aparente. Cosa extraña, ya que usaba cinturón. También solía perder cosas, a veces de manera deliberada. En una ocasión un anciano recogió su pañuelo del suelo, observó lo cuidadoso de los diseños en sus bordes, lo llamativo de sus colores, y lo guardó para regalárselo a su nieto.

Tapándose de los rayos del sol [Los cabellos de Febo*] con la mano sobre sus ojos [Las ventanas del alma*], enunció implacable ayer en la mañana (¿o fue anteayer, hace un siglo, hace dos, tres, cuatro...?) : "Es necesario continuar haciendo esto, lo que estoy haciendo ahora, hasta que se me acaben las fuerzas, o la suerte, lo que ocurra primero".

{{{¿Qué? /
¿Te dio sed? /
Así son estas cosas de grandes y de pequeñas./
A veces nos da sed y a veces nada más se nos antoja el agua./
Y él/ella/ello contestamos:/
"Simón el Mago.
Simona la Cacariza.
Simeón el Incontinente.
Tzimtzum el Constreñido."
/¿O no?}}}

Su padre fue músico. Su abuelo, soldado. Algo tenía de ambos [según su madre, que era ciega, pero que sabía oler muy bien el carácter a distancia], demasiado poco, aunque preservaba ciertos rasgos de los dos estereotipos, sin embargo, no sería tan claro determinar cuáles ni qué ínfimo porcentaje poseía de cada uno. Algunos estudiosos del tema suponían que su madre había sido la mismísima Mediocridad en persona, la criada de las alegorías, pero tampoco esto es seguro. Ni siquiera es posible asegurar que hubieran existido tales personajes históricos [me refiero a los estudiosos, desde luego: a nadie le importan las artes, ni las marciales ni las musicales, ni mucho menos los orígenes transgeneracionales].

- You just have to reach the enlightenment, my boy - cuenta la leyenda [una de las trece que se han logrado documentar hasta ahora] que estas palabras le fueron dirigidas por un hombre (que pudo haber sido su padre,  su abuelo, o algún 'hijo de vecina': eso es bastante claro) al oído en algún momento especial de su vida, bajo alguna situación determinada [algunos aseguran que fue en un bosque de cedros libanés; otros en una cantina que estaba llena de botellas verdes, que a su vez simulaban árboles; y otros pocos, que tuvo lugar cuando ambos se encontraban sentados sobre los dedos de los 24 Tirthankaras], tal vez en estado de ebriedad. No se sabe bien de manera exacta en dónde ocurrió esto, ni cuándo, ni cuál fue el móvil de semejante enunciación, lo cual no importa demasiado para nuestros propósitos, que no son ni muy destacados ni muy ambiciosos,  las mismas características generales que compartiría la personalidad de su hijo algunos años después (él y uno que otro puñado de idiotas que andan por allí, la entera raza humana).

- No, no, no. Grazie mille a voi per la vostra musica.

Corría el año de 1915 [¿1815, 2015, 2115? ¿Qué importa? Da igual]. Ambas criaturas (el padre y el abuelo, desde luego... ¿o si no, quiénes? ¿El nieto y el bisnieto?), montadas en sus respectivos corceles, iniciaron su viaje: el hemisferio izquierdo y el derecho comenzaron su lucha por el control y su preeminencia en el cuerpo. Por floridas estepas y por parajes fascinantes no detuvieron su trote hasta encontrarse ante las murallas del interior de su cráneo. Las maravillas eran abundantes frente a sus ojos durante aquestos [*arcaísmo] arrebatos. Casi siempre iban muy rápido, muy muy rápido, cada vez más rápido, cabalgando tan poderosa y potentemente como el allegro vivace de las Danzas Folklóricas Rumanas de Bartók. De manera bufonesca, le preguntó uno de ellos (el más osado, como sucede siempre. Debió de haber sido el derecho) al conductor del carruaje, un señor sombrerudo [calvo, pero protegido del sol] y ancho de espaldas: "¿es segura la carroza en la que nos encontramos?"

- Por supuesto que es segura. No hay manera de asegurar que no lo sea - le contestó amablemente el chauffeur.

Aquella fantasmagoría nos parecía redonda desde lejos, o más bien esférica, una verdadera esfera de vidrio soplado, de ésas que adornan nuestros árboles [de Líbano] en las fiestas decembrinas, nuestros sueños más dichosos, desde tempranas edades. Semejante ímpetu/cabalgata no tardó en regresar, justo después del desayuno. Esa viva felicidad del allegro de Bartók, ese afortunado pedazo de cielo, aquella joya celestial que adornaba las patas de sus caballos echadas a vuelo, y al césped azul (bluegrass) que le acompañaba, estandartes de glorias pasadas (¿o futuras?), o más precisamente, nunca llevadas a cabo en realidad, según algunos testigos [los cuales, aún están por nacer]. Centenares de borbotones de agua emergían de las elegantes fuentes que adornaban el paisaje, bailando ritmos exóticos sin par, como en un cuento de hadas, al cruzar el boulevard. A menudo, los dos niños (¿o ancianos?) no podían creer lo que estaban viendo. Los ojos a veces danzan, y lo hacen mejor al ritmo de la imaginación. Più mosso, febrile.

Abre este baúl
en el que encontrarás
el revés de tus anhelos
aplastados por el peso de su tapa.

La clave de nuestros sueños
como predijeran Freud y los sabios de Oriente
está en las tortillas de huevo
preparadas con esmero.

Sin esmero no hay brillo,
ni en las calvas ni en las letras.
Brillar es peligroso en tierras planas:
da coraje al fusil en la distancia.

Él, por su parte [que no era la suma de ellos dos, sino la resta de los mismos] llegaba vestido de café casi todos los días a la oficina. Ni siquiera tenía un escritorio propio. La imagen misma de lo mediocre, como les he dicho. Insulso, insípido, desgraciado, con mal aliento, sin afeitar, con deficiencias en el habla y con saliva acumulada en los extremos de su boca. Nada le restaba en este mundo más que echar a vuelo a los caballos a la mitad del día, o durante el fin de semana ¡Ea, vamos! ¡A galope! ¡Venga, rápido, más, más rápido! ¡Con los ojos cerrados es mejor! ¡Eso, el oro de la resolana sobre el muro blanco, las sillas negras, las patas de mis corceles, pura-sangre de metal y de polietileno! Posponer el hastío, la inanición del alma, la muerte de la chispa creadora a manos de la repetición mecánica de los eventos.

Aquellos zapatos opacos, sin bolear, poníanse en marcha todos los días hacia su casa al terminar la jornada laboral. Lentos, pesarosos, enredados entre miles, millones de otros zapatos iguales, de otros tantos pies lentos, pesarosos, indistinguibles unos de otros en el mar  grisáceo de la amnesia colectiva [¡Qué pésima metáfora se te ha ocurrido aquí! ¡Mejor sería borrarla!]. El temblor en la garganta. El asco en el esófago. Nace el deseo de echarse a volar cada vez que uno recuerda quién es a través de los demás,  ruidosamente, como las campanas de la catedral, como Peer Gynt y sus epopeyas de borrachos, como el común denominador de los viajeros sedentarios que pueblan nuestros suburbios, los márgenes de nuestra civilización, jugando a la inmensidad en lo más íntimo de sus abandonos.

[Un final muy convencional, 
demasiado melodramático, ¿no te parece? 
Predecible, diría yo] 

martes, 14 de septiembre de 2010

Salidas (Analepsia MDCCLVII)


En algún momento saldré de allí. Lo prometo. La manera en la que nos miran es de lo más difícil de ordenar adentro. Es difícil ordenar, lo reconozco, pero hay de desórdenes a desórdenes. Es una cuestión de perspectivas ¿Les puedo ayudar en algo? - inquirió la niña. No en realidad. La neblina no se remueve ordenando los ojos. Caminando por una avenida semi-desierta, se escucha la letra de la canción: "Me suelto en el deshacer", "Al puro perder el ganar no compara" (¡Deja de soñar! ¡No tienes derecho de ocupar mis sueños! ¡Sal de allí! ¡En este momento!) [salgo] Entonces recibí su mensaje y pensé: ¿hasta qué punto alguien puede encontrar algo en donde, de entrada, nada puede ser encontrado más que por el que creó el acertijo?

Al parecer, bastante.

Bueno... quizás no demasiado.

Pero en este caso en particular, parece que puede salvarse algo, si por 'salvar' entendemos 'recuperar algo de lo que perdimos en el camino, aunque sea una pequeña parte'. Está en el diccionario, ayer lo leí. Justo en la zona de las palabras automáticas, los vocablos del puro perder ¿Habrá valido la pena la espera? No tiene eje, ni columna vertebral, ¿estás de acuerdo? No obstante... ¿hasta qué punto importa eso? ¿Eres capaz de ver el hilo de luz a través de la rendija? ¿Ves la oración de tu madre por las noches? ¿Sí? Entonces, ¿a qué viene tanto alboroto? Estipula bien tus horas, ordena tus posibilidades: no dejes que te lleve el viento.[vuelvo a entrar. esta vez me rehuso a salir].viento el lleve te que dejes no :Y otra vez escucho, adentro: "Me suelto en el deshacer", "Al puro perder el ganar no compara". Lo que trato de decir aquí es que justo en el límite de lo que a veces se da, allí mismo se atora. Y no perece, pero tampoco prospera. Y aún si prosperara, perecería pronto.

- Perdona, creo que está muy obscuro, ¿quieres que prenda la luz? - vociferó su padre.

-Sí, sólo un hilo, por favor.

Se prende y se queda. No hay marcha atrás. En este tipo de cosas no hay puntos medios, ni puentes ni cuerdas. No hay ceguera sin sus síntomas previos ¿No te ha llamado de nuevo? No. Bloqueaste la posibilidad. Sí, pero no fue a drede. Y lo accidental cuesta caro: a menudo huele a pan recién hecho acompañado de leche caliente, como a la cena que solía servirte amorosamente la abuela cuando tenías cinco años ¿Cinco años? ¿A qué sabe tener cinco años? ¿Alguien se acuerda todavía? ¿A pan con leche, a luz, o a canas de abuela? Esos hilos hermosos de luz en su pelo. No es lo mismo saborear que recordar. Lo perdido, perdido está: lo suelto, deshecho. Uno se suelta en el deshacer ¿Quién ha ganado realmente algo mientras espera su hora, aunque la tenga bien estipulada? Es probable que algunos cuantos, algunos pedazos de posibilidad que quizás nunca llegaré a conocer, mucho menos a penetrar, en el sentido literal de la palabra. Penetrar: es curioso que con frecuencia sea ése el placentero ejercicio que nos termine expulsando. Apaga ya ese aparato ¿Y si me llama? No, no creo. Y si te llama y está apagado... pues ya te llamará después.

[no me salgo, me sacan]

viernes, 3 de septiembre de 2010

333ullshiTTT [De Trinitatis Perroribus] (Analepsia MDCCXXIV)


1.- Adherencia, muchachos, adherencia.
Apuesto a que nunca habían visto una fachada como ésta.
Aunque, siendo sinceros, a veces tengo mis dudas al respecto.
No importa. Es cuestión de ir prosperando, construyendo puentes.
Además, durante estos momentos uno nunca deja de emitir saliva.
Es verdad: casi todos los juguetes que poseo son pura chatarra.

2.- En otras circunstancias habría seleccionad
habría selecci[en otras circunstancias hab]
onado una aparit(((es un aparato innovador, lleno de sorpresas)))
un apara-yo[el aparador fija lo exhibido, logra congelarlo---
aprato crítco---para beneplácito de la memoria.]
crícicio(silicio///semiótica de lo petrificado)
crítico más bueno y me[dalaimpresióndequenovasaningunaparte]
jor redact(On The Independence Of The Soul)
a[z-b-y-c-x-d-w-e-v-f-u-g-i-t-i-v-e-s*]
do que lo que apropooósito vengo a entregarles(¿esONOes?)
sin necesid[sería mejor regresar desde el principio]
dad(((((((((((((((pulir la cosa, esmerilar las letras)
dadde[perono:asímeg-usta-la/co/sa]
abrir una cuenta vanacaria(sabrosa.la.cosa)
bancavaria[con viras a la trascendencia]
bancavia(¿¿¿realm-ente??? singular en/rr/edo)
se las cedo a ustedes, mis amigos[el azar no t]
a-migos de l al,ma(con todas sus implicaciones)
alma' de la entrada de la[estupor]
li(-po:gran poeta chino del siglo octavo)
luz en el espírituyademás[iadas lecturas en vano]
encontrar el camino 'di ritorno'(italianismo)
return[el azar no tiene margen de error]
press start to continue(++++++++++++++)
!heres' ye buttton
strat
atrst
ah...
start.
---over---

3.- El hecho simple y sencillo de ponerse en palabras.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Angkor (Analepsia MDCCXVIII)



a imagen y semejanza de
a imagen y semejanza de
a imagen y semejanza de

ÁRBOLES A LA MITAD DE LA VEREDA

Y el viento responde agitado: "¿Y éste, quién es?"

CiérraloS / ÁbreloS / CiérraloS

Escuchar el calor dentro de la piedra: esa es tu verdadera vocación.

No me mires ASÍ.

NO ME MIRES, HE DICHO
NO ME MIRES: HE DICHO
NO ME MIRES. HE DICHO

El muchacho pregunta: "¿Eres tú el Gran Despierto?"

No hay simios en los alrededores.
Podemos continuar con nuestro recorrido.

Todo esto que ves era de oro. De oro puro.

EL SOL CAE FUERTE SOBRE LAS HOJAS

Sin duda sigues siendo muy bello, pero...
¿qué ha sido de tu cabello?
¿Por qué has dejado suelto a tu camello?

El agua no responde: refleja, como el maestro.

UN OJO
QUE VE A OTRO OJO
QUE VE A LOS OTROS OJOS

¿De qué te ríes?
Comparte tu alegría con nosotros.

***POR FAVOR***

si tuvieras que
y si tuvieras qué
y si tú vieras qué???

vino viejo,,, en odres/vasijas/recipientes nuevos/a/ve/ce/s/
hay que pintar como si no se tuvieran manos[p(u{e}s)]
el elemento más preciado sólo está al alcance de unos cuantos.
/azoro/eeeeeeeeeeeeeeeeeso sólo puede significar una cosa:
¡Mas cuán amigables sóis! ¿Queréis que os baje un coco de allá arriba?

UN AVE VUELA DESDE SU RAMA

El elemento musical es importantísimo: sin él, no.

SIN ÉL, NO.

viernes, 20 de agosto de 2010

Glamour (Analepsia MDCCIV)



La tersa y delicada suavidad
que se acaricia con los ojos y con los dedos trémulos
al pasar los sentidos por terrenos privilegiados
de una o de otra manera
siempre sabe.

Sabe porque se degusta.
Sabe ¿porque entiende?
Sabe porque sí.

La estructura perfecta animal,
acabada en puntas y rematada en curvas,
ha sido siempre una de las magnificencias de las que se puede jactar de haber legado el hombre a este mundo al inventar la belleza, a través de su cuerpo. La información que tenemos sobre sus esbozos originarios y sus modos de apreciación objetivos es vaga y bastante precaria, imprecisa y muy poco rigurosa. La hermosura de la figura humana es un enigma científico,
y sin embargo,
conmueve.

El instinto le canta la mejor de sus rapsodias.

La limpieza del cuerpo es un rito
del que no podemos desembarazarnos.
Un rito delicioso,
aromático,
blanco.

La cremosa pastilla de jabón es también piel de mujer,
la espuma es también mar,
el vapor es también sueño de algún genio volcánico.

¿Qué es metáfora de qué?

¿El aseo corporal de la ascesis espiritual
o
la ascesis espiritual del aseo corporal?

Es preciso limpiar la belleza
para preservar su etérea integridad.
La belleza con belleza se limpia.
De allí el salto del vocablo pulcher : de lo bello a lo limpio,
y viceversa.
El estandarte particular del esmero.

Inmaculado: sin mácula, sin mancha. Como los santos.

Uno debe irse construyendo con cuidado,
con precisión milimétrica y con maestría en el trazo.
El alma es yeso fresco.
El cuerpo no es más que su espejo.
Hay arte en respirar, en parpadear, en pasar la saliva.

Eso que traspasa sutilmente,
aquello que no se esfuerza por deslumbrar,
el hijo de la espontaneidad y el asesino del efectismo.
Se le ha llamado 'charisma', también 'je ne sais quoi'.
¿Por qué no llamarle entonces 'glamour',
supuesto halo de todas nuestras musas contemporáneas?

Después del arduo proceso, viene el acto reflejo.
A partir del pulso constante se consigue la resonancia.
Existe el hábito, pero aún antes, la reincidencia.
¿Qué tan cierto es esto? ¿En dónde queda la gracia innata,
el don divino de la rareza encarnada en el ícono
que ahuyenta precisamente por atraer demasiado?

Paradójica imagen sin duda, esa, la de la llamada naturalidad.

viernes, 13 de agosto de 2010

La lógica de las cosas (Analepsia MDCC)



Hay paz y sosiego en el fuego blanco, ese que no quema, ese que cura, que cauteriza. Cuando la vista finalmente se ha logrado despejar al abrirse paso por en medio de la maraña de las inquietudes propias, y la rueda de las vicisitudes mundanas se transforma de pronto, a través de sus incesantes mutaciones, en una vibrante sinfonía que lo abarca todo, la totalidad se silencia de pronto, aislada del ruido de la conciencia; entonces, y sólo entonces, es posible mirar de frente a la inmaculada desnudez del ser, aquella preciosa metáfora aria de lo incognoscible: carismática, honda, henchida de ecuanimidad. Así, el pensamiento calla, las gotas del rocío se vuelven la misma cosa que las piedras, y los indescifrables diseños que trazan, sin posibilidad de saberlo, las numerosas parvadas de aves migratorias sobre la bóveda del tiempo, se hacen cada vez más ligeros, más diáfanos, más amables. Cuando uno logra percibir, después de un largo y persistente esfuerzo, la lógica oculta de las cosas, no queda nada qué preguntar ya. No se piensa: se está siendo de continuo. Reflejo simbólico, onírico, bastante optimista de la condición humana... sí, quizás ¿Y qué? Callaos por un momento, os lo ruego... dejadme contemplar el cielo.

"El placer es dulce, la sabiduría amarga": entre el Shir Hashirím y el Kohelet (Analepsia MDCLXXXV)


Del néctar desbordante de mis palmas

bebe hoy, cervatillo negro,

hijo del ébano y de la bruma.



Comienza por susurrar mi nombre

a través de mis delgados cabellos,

esas lánguidas fibras de seda.



El carmín de tus dientes alumbra

la parte escondida de tu belleza,

como una extraña canción antigua.



Poseso de las superficies lisas

de tus delicados prejuicios,

abandono al fin las caravanas de cristal.



La columna de humo de tu incienso

ha subido hasta las argollas de plata

que adornan la puerta que no se abre.



Y débil, como un recién nacido,

desde el centro del fruto primigenio,

mi cuerpo huele a olvido, a brillo.



Los enigmas penden de las dunas,

esos magníficos dibujos pulcros

grabados sobre la piel de lo inconcebible.



Simpática, como perra obscura,

trota mi alma sin cauce,

sin causa, sin fin, sin avance.



El único puente que aún persiste

es elástico como las piernas de la verdad

y paralítico como el ansia embotellada.



Jugosos pensamientos penetran,

como los cirros a la silueta del sol,

la carne abstracta de mi volición vibrante.



¿No me digas que no has oído

el alarido majestuoso del cuervo blanco

anunciando los mejores mañanas?



Estira tu brazo, tierno como un racimo de uvas,

y deposita la miel de tus caricias

sobre el rubio terciopelo de las espaldas de Dios.



Precisamente el vino de tus ojos

habrá de ser mi bebida predilecta

cuando tenga sed de eternidad.



¡Tantos capullos que desenvolver

y tantas telarañas que desentrañar

sólo para ver al deleite arder! ¡Ja, vaya morbo!



***



Fue así como comenzó a nevar

durante cuarenta días y cuarenta noches

aquella sagrada sal, las escamas hieráticas del cielo.



A partir de allí, nada volvería a ser igual

al interior de las ricas comarcas del Rey Schlomó.

El árbol se secó, como su boca, y su vida.


martes, 10 de agosto de 2010

On laughter [De la serie: "Las criaturas del hombre"] (Analepsia MDCLXXXIV)


"He visto, durante toda mi vida, a los hombres de estrechos hombros, sin exceptuar uno solo, cometer actos estúpidos y numerosos, embrutecer a sus semejantes y pervertir las almas por todos los medios. Llamen 'gloria' a los motivos de sus acciones. Viendo tales espectáculos quise reír como los demás; pero eso, extraña imitación, era imposible. Tomé una navaja cuya hoja tenía un filo acerado y me abrí las carnes en los lugares en donde se unen los labios. Por un instante creí alcanzado mi objetivo. Miré en un espejo esa boca lacerada por mi propia voluntad ¡Era un error! La sangre que corría en abundancia de ambas heridas impedía, además, distinguir si aquella era en realidad la risa de los demás. Pero, tras unos momentos de comparación, vi que mi risa no se parecía a la de los humanos; es decir, que no me reía."

Conde de Lautréamont, 1869

viernes, 30 de julio de 2010

Flush (Analepsia MDCLIII)



El rectángulo permanece en el centro.

Hay neblina en el tiempo. Risas. Excavación profunda. Gusanos con sombrero nos saludan al pasar.
Alineación al centro
Sepultura (confetti, bastones de azúcar, huevos de gallina rellenos de alegría).

Poner en alto los carteles con las letras en color rojo: bien.

Regalar los oídos a situaciones necias, a popurríes de atalayas circenses: mal.

El abrazo del mar: dulce, cálido, rasposo, eterno ¿Fotografía, o vívido recuerdo?

Shoegazing: mirarse los zapatos.

Despeinado, de frente a la corteza invisible que protege a las cosas del interior corrosivo de todos nosotros, puedo sentir la mirada pesada e indivisible del peculiar ojo que una vez imaginé, o que quizás soñé.

El árbol sigue creciendo, como la luna, llenándose y vacíandose de manera paulatina todos los días, a todas horas (de hojas, de luz, de flores, de latente obscuridad).

Sin duda hay algo que aún no has querido decirme. Puedo percibir un brillo en el fondo de tus titubeos. Juega conmigo. Ayúdame a dejar de creer en los demás. Demuéstrame que mi nobleza no es más que un nombre errado que encubre todas las trampas y todas las mañas que pueden coexistir en un corazón egoísta, común y corriente.

La isla de la vanidad se encuentra lejos: se vislumbra apenas, como un punto colorido, enmedio de la ______.

jueves, 8 de julio de 2010

Staubpartikel [inmerso en el trance de 'In a landscape', de John Cage] (Analepsia MDCXXXVI)



Desde la distancia, como Apolo,
a espaldas de la muralla del cielo,
las cumbres luminosas hacen señas.

La imaginación se entrega, humilde,
con las plantas bien pegadas al piso,
a las insinuaciones de semejante cortejo.

Simpleza nunca fue lo mismo que simplicidad.

¿Qué tipo de ajena fortaleza
por encima de nuestras posiblidades humanas
requiere el ser coherente con uno mismo?

La historia maneja los hilos: nosotros observamos.

Míralas, allí, las piernas de madera.
No se mueven: crecen al hacerse viejas.
Su aroma apolillado y de evocaciones pretéritas
llena mis huecos de un singular canto ininteligible.
La suavidad de sus notas lava mis conflictos, uno a uno,
mientras lija, paulatinamente, todo excedente de egolatría.
Sólo entonces me es posible ver a través de las cortinas.

Como si la poesía no fuera un envoltorio de algo más hondo,
se cree haber regalado los ramilletes florales con tan sólo esgrimirla.
Este error no se entiende si no se ha acariciado antes, con ternura,
a alguien, o a lo que sea que tenga alma, trémulo al contacto.

Nada más que un hábil haz de sentimientos petrificados:
un paisaje impresionista de desvíos y de emergencias privadas.
Todo en un sólo arranque de viento,
de tinta, de negro, de palabra y de clavos
apuntalados sobre la lápida del misterio primigenio.

La delicadeza es el eje del mundo, y no al revés.

Uno avanza al retroceder: ya se dijo esto hace muchos siglos.
No hay dos rostros diferentes,
ni dos huellas digitales distintas.
Todos bebemos del mismo remanso.

La paloma finalmente ha volado desde la punta de la cornisa.
Me he quedado solo.
Miro al frío a los ojos, y ambos sonreímos,
como guardando un secreto.

martes, 6 de julio de 2010

Arrugas en la camisa (Analepsia MDCXIV)



[Ruidos incidentales]

- ¿Conque habrá granizo esta tarde, eh? ¡Ja! ¡Mira nada más...!

- Ah, la voz de la juventud, siempre tan arrogante... ¿has escuchado alguna vez el chelo eléctrico?

- Sí, en un par de conciertos... ¿por qué?

- Simple curiosidad.

- Nadie pregunta algo, cualquier cosa, por simple curiosidad: siempre hay un trasfondo.

- Sí, sí, lo que digas... ¿te vas a comer ese mazapán, o no?

- No, no, agárralo ¿Ya viste ese par de hembras? No me gusta que las chicas fumen, las hace ver hoscas, poco atractivas.

- Hay distintas maneras de fumar. Unas más sensuales que otras, como en todo.

- A mí no me gusta y ya ¿Este café está muy fragante, no? Medio fuerte para mi gusto.

- Sí, es casi un perfume, de tan fragante.

- Muy gracioso.

[Silencio prolongado]

- ¿Qué se siente estar enmedio de la nada?

- Nada. Pregúntale a quien quieras, te va a contestar lo mismo.

- ¿Sí, verdad? Todo normal, como siempre.

- Así es.

- Ya me dio frío ¿No quieres ir a mi casa? Acabo de comprar un vino buenísimo.

- Pues no es mala idea. Ya se puso muy húmedo el clima.

- ¿Traes paraguas?

- Sí, aquí traigo ¿Tú?

-No, se me olvidó. Tendrás que compartirlo conmigo.

- Pues qué me queda.

- ¿Ya pediste la cuenta?

- Sí, pero no me hace caso el mesero... a ver... ¡mesero!

[Señales con las manos. Perfecto entendimiento entre individuos: se consuma la comunicación humana]

- Listo.

- Y mientras, ¿qué?

- ¿Qué de qué?

- Pues... no sé... nada en realidad.

- Pues no, ¿qué esperabas?

- No, nada. Simple curiosidad.

- La curiosidad mató...

- ... al gato, sí, ya sé. Es la frase más trillada del mundo.

[Bostezos]

- Ayer leí que Poseidón es el equivalente griego para Neptuno, ¿lo sabías?

- Es al revés: Neptuno es el equivalente latino para Poseidón ¿Pero qué tiene qué ver eso con lo que estábamos diciendo?

- No, pues nada. Pero casi nada tiene qué ver con nada ¡Como si todo lo que dijeras tuviera mucha pertinencia! Charlar con alguien es como tirarle de disparos al vacío, azarosamente: a veces le das a algo, a veces no. Así es la vida en sociedad.

- Eso te pasa porque no sabes socializar. Socializar es un arte, y nunca es aleatorio. Se debe de tener conocimiento de causa de todo lo que se va a decir y a discutir si se da el caso, y de poseer una intuición muy fina para saber de qué tema hablar con cada quién; sobre la concordancia previa de todos esos elementos surge una posterior improvisación, el ingenio, pero esa es otra cosa. La pertinencia, pero sobre todo la inteligencia, es la piedra angular de las charlas.

- Yo opino completamente lo opuesto: lo es la estupidez.

- Pues eso sólo puede significar que eres un estúpido, y que no sabes socializar.

- ¿Y eso de dónde lo sacas? Los estúpidos son los otros, que hablan todo el tiempo de estupideces. Yo estoy consciente de ello, y precisamente por que sé que no se puede socializar sin ser estúpido, es que actúo como un estúpido, pero no al revés: sigo su juego la mayor parte del tiempo con el propósito de no ser un ermitaño. Eso no es ser estúpido, es saber sobrevivir. Pero sobrevivir no es disfrutar.

- Es estúpido pensar que todos los demás son estúpidos. Nadie experimenta en cabeza ajena.

- ¿Quién dice que todos son estúpidos? Yo no dije eso. La mayoría son estúpidos, eso sí. "Nadie experimenta en cabeza ajena": tú y tus refranes trillados. Por cierto, ese refrán ni siquiera tiene qué ver con lo que estábamos diciendo, lo cual no te deja muy bien parado respecto de lo que acabas de prescribir ¿Ya nos trajeron la cuenta?

- Ya ¿Cuánto dejamos de propina?

- En Nueva York se deja del 15% al 20% del valor total del consumo. Lo vi en un documental.

- Sí, pero estamos en la Ciudad de México, no en Nueva York.

- Entonces deja cinco pesos.

- O. K.