viernes, 20 de junio de 2008

Poesía dentro de una botella (Analepsia CLXXVIII)













Un par de pececillos danzaban al ritmo del dulce soplo, en los confines de la aurora sin mácula.
En un momento, las musas, voladoras enemigas del aburrimiento
emprendieron el vuelo. Y volaron.
Un acróstico les abrió camino, entre la maleza y la bondad de sus rostros.
A diferencia de las fragatas que surcan el hogar de los marlines y las belugas,
este dúo ícteo de aventureros decidió disfrutar de las delicias del vapor

suspendido a lo largo del tafetán celeste que sostiene todo en su lugar
por debajo de él. Por encima está su padre, vigilante.

Las flautas se tocaban
y las cítaras se tañían con singular empeño
mientras burbujas polícromas
arrebataban lo santo que tenía la atmósfera y lo encapsulaban en sueños elásticos.
Pintura de pinturas, procreadora de rupturas, más de siete tesituras.

De pronto, allegados como estaban al firmamento eclesiástico de Neptuno,
se echaron a nadar lejos,
como queriendo escapar de la marea, de su amable osadía.
Y abnegados los corales, como es costumbre en las tierras ignotas del cenit y del nadir,
respingaron en júbilo ardiente al contemplar la partida de los extranjeros.

Un maratón de langostas, y luego uno de albatros se dejaron venir
hacia la retaguardia descubierta aguamarina,
apoyando sus cascarudos pedestales sobre el ápice del mundo,
provocando un terremoto, acelerando el pulso de Vulcano.
Algo sucedió desde ese instante en la relación del arriba y del abajo.
Algo se rompió, y nunca volvió a restablecerse.
Los errantes animales siguen buscando zonas, arengando territorios
en dónde poder dormir, en dónde soltar su alegría.

Alegría colorida y fatal, centelleante y fugaz.
Muy parecida a la del dueño de los juegos.
Dentro del casco obscuro
del vientre de la anémona
y del traje del carpintero…

…no hay acuerdos. No existen tales.
Lo que hay son pescadores.

1 comentario:

Eu dijo...

Imagen hecha palabra.
Muy original, felicidades.