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Claro.
Se ha despejado el panorama.
Sólo queda el azul, el índigo, el violeta y varios tipos de blanco.
Ahora es que veo realmente.
- ¿Es posible ahora describir el viento?
- Sí, ahora sí.
Claro. No es sólo claro: es sobre todo claridad. Claridad ilimitada.
Alcances de la visión que sólo pueden ser asequibles después de la ceguera.
- ¿Y qué es lo que queda después?
- Luz matinal. Copos de nieve, rocío. Nueva piel y nueva tierra.
- Formas, texturas, brillos, sombras, colores, contrastes, simetrías danzantes.
Es necesario sentarse aquí, justo en este lugar, para apreciar de lleno la belleza del mundo y sus criaturas, sobre todo la singular belleza del cuerpo humano, sin estorbos.
- ¿Es necesariamente cierto esto?
- Sí. Al menos para mí lo es.
Un soplo refrescante recorre el camino que ha dejado atrás la llama incandescente.
- Hace frío… ¿y qué?
No es un frío helado: es un frío que templa, que restablece, que disipa la fiebre.
Se ha despejado el panorama… por ahora.
El humo regresa. Anuncia el fuego. Es posible oír el crujir de las ramas y de la hojarasca, la terrible música del incendio en el bosque.
-Es inminente la tempestad. Se nubla todo.
- Sí. Está por alcanzarnos una vez más, ¿no es así?
- Sí, pero no importa ahora. Mira…
Esperar un momento, inconmovible, dentro del claro: eso justifica todo.
¡Cuán delicioso es divisar el brotar de la aurora!
-Es el canto de cinco pájaros distintos, ¿no? Escúchalos bien.
-No lo sé. Me parece que son más. Muchos más.
Ya viene la vorágine. Las vorágines, la hidra de cien cabezas.
¿Cómo es que lo sé?
No puedo saberlo ahora. Ahora no estoy aquí.
Estoy por ahí, y por allí, y quizás por allá también.
Pero ya viene… y entonces tendré que regresar.
-¿Ya viste qué inocente es todo esto en realidad?
-Sí. Increíble. No puedo ni siquiera hablar. No quiero hacerlo. [Pequeña lágrima corre cuesta abajo]
- Yo siempre lo supe. Pero ahora lo veo. [Esbozo de ligera sonrisa]
- Sí.
- Así es.
Azul.
Índigo.
Violeta.
Se ha despejado el panorama.
Sólo queda el azul, el índigo, el violeta y varios tipos de blanco.
Ahora es que veo realmente.
- ¿Es posible ahora describir el viento?
- Sí, ahora sí.
Claro. No es sólo claro: es sobre todo claridad. Claridad ilimitada.
Alcances de la visión que sólo pueden ser asequibles después de la ceguera.
- ¿Y qué es lo que queda después?
- Luz matinal. Copos de nieve, rocío. Nueva piel y nueva tierra.
- Formas, texturas, brillos, sombras, colores, contrastes, simetrías danzantes.
Es necesario sentarse aquí, justo en este lugar, para apreciar de lleno la belleza del mundo y sus criaturas, sobre todo la singular belleza del cuerpo humano, sin estorbos.
- ¿Es necesariamente cierto esto?
- Sí. Al menos para mí lo es.
Un soplo refrescante recorre el camino que ha dejado atrás la llama incandescente.
- Hace frío… ¿y qué?
No es un frío helado: es un frío que templa, que restablece, que disipa la fiebre.
Se ha despejado el panorama… por ahora.
El humo regresa. Anuncia el fuego. Es posible oír el crujir de las ramas y de la hojarasca, la terrible música del incendio en el bosque.
-Es inminente la tempestad. Se nubla todo.
- Sí. Está por alcanzarnos una vez más, ¿no es así?
- Sí, pero no importa ahora. Mira…
Esperar un momento, inconmovible, dentro del claro: eso justifica todo.
¡Cuán delicioso es divisar el brotar de la aurora!
-Es el canto de cinco pájaros distintos, ¿no? Escúchalos bien.
-No lo sé. Me parece que son más. Muchos más.
Ya viene la vorágine. Las vorágines, la hidra de cien cabezas.
¿Cómo es que lo sé?
No puedo saberlo ahora. Ahora no estoy aquí.
Estoy por ahí, y por allí, y quizás por allá también.
Pero ya viene… y entonces tendré que regresar.
-¿Ya viste qué inocente es todo esto en realidad?
-Sí. Increíble. No puedo ni siquiera hablar. No quiero hacerlo. [Pequeña lágrima corre cuesta abajo]
- Yo siempre lo supe. Pero ahora lo veo. [Esbozo de ligera sonrisa]
- Sí.
- Así es.
Azul.
Índigo.
Violeta.
Blanco… blanco… blanco…
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