miércoles, 6 de mayo de 2009

Donde las calles no tienen nombre (Analepsia DCCIX)


Libertad: cabalgata de los bridones salvajes por las amplias llanuras de los días y de las noches. Viento en el cabello, excitación en la parte baja del vientre. Despegue de los rincones incómodos de la personalidad y paso despejado hacia nuevas tierras inexploradas en el sí-mismo.

Es temblor sin temor, es respirar sin tregua los ilimitados territorios del deshacimiento. Un paso a la vez inasible y concreto, diáfano y turbio, hacia la utopía emancipada del destino manifiesto.


Acontece la ruptura de hilos y el tirar por la borda los costales de arena, los enanos deformes que atan y que apesadumbran la escalada, el baile, el viaje. Se logra así una mayor movilidad de miembros, mejor funcionalidad orgánica, un más perfecto desempeño en la lúdica batalla del devenir propio.


Es cambio de piel, contorno desdibujado de lo que se era antes y lo que se será después: el momento justo del instante presente. Es fresca y alegre brisa de autonomía, dulce sabor de boca.
Se caen, uno a uno, los ladrillos de nuestra antigua morada. El sol, vagabundo y ebrio, firma con amor nuestro naciente rostro. Nos abandonamos al azar, nuestro verdadero padre, sólo por unos minutos que nos percibimos como tales: somos espuma que arrastran las olas.


Es brillo y solaz, visión de la flama que nunca se apaga. Marcha infinita de innegable regocijo. Es olvido del mundo; memoria vacía que se llena de montañas, de horizontes y de cielo, de paisajes y emociones que no preguntan ni responden, que sólo llenan.


Se realiza el escape paulatino del pretérito contenedor, como el gas liviano se escapa poco a poco por las ranuras diminutas del matraz resquebrajado. Se desaparece y se integra, como las gotas de lluvia penetran y fraguan el suelo reseco de la sabana en sequía.


Es sueño indiferenciado de la vigilia. Es correr por correr, gritar por gritar, silbar por silbar, amar por amar. Es hacer surcos con nuestro cuerpo en medio de los campos de trigo, nadar en las ciénagas de los flamingos siendo un flamingo más. Es mirar por mirar, reír por reír, llorar por llorar, vivir por vivir.


Lejos… muy lejos de nosotros mismos.


Te mostraré un lugar
alto, en la planicie desértica
donde las calles no tienen nombre.

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