He conocido los principios y las causas a través de una cortina de asbesto. He besado los pies de la estatua con el fin de purificar mis actos. He segado los maduros trigos con la filosa hoz de mi mente. He comido del jugoso fruto, ardiente elixir, y me he quemado los labios.
He desarrollado una alergia al recuerdo, y he olvidado que la tengo. He comprado en bazares y en plazas inciensos y esencias fragantes. He arrancado sus ropas de un jalón, y dejado al descubierto su hermosura. He viajado con mi caravana ciega sobre sus desnudos territorios.
He cargado sobre mis espaldas al tiempo, y a su vez él me ha cargado sobre las suyas. He jugado con los niños en el jardín transparente. He mandado mil cartas doradas selladas con nácar sin destinatario alguno. He posado mis plantas en leche, curando mis heridas y mis fallas.
He peleado a muerte con la muerte, y aún no me ha vencido. He saltado de alegría hacia el vacío, recorriendo el universo. He fijado los ojos en las cosas, y las he visto temblar como espejismos. He creído en los hechos día con día, en el corazón virgen y en los días soleados de invierno.
He vociferado evangelios que ya todo el mundo conocía. He fustigado a las mulas con el fuete destructor del epigrama. He levantado murallas alrededor de la ciudad devastada. He ondeado estandartes en honor de los siervos caídos. He visto la luna y el sol al mismo tiempo.
He robado del árbol su precioso y sagrado néctar. He congelado en ámbar los álgidos y preciados momentos. He fundido al rojo vivo la ausencia con la presencia, y el principio con el fin. He excavado las tumbas, y no he encontrado mi cuerpo. Siempre he mirado de lejos.
He bebido de la eterna fuente, y se ha refrescado mi carne. He comido montañas y valles para fortalecer mis huesos. He expulsado de mí al demonio, y me he quedado solo. He susurrado a mi oído un secreto, y éste se ha vuelto sordo. He dado a luz el nombre de un hombre.
He dormido en los bosques más negros y en las más blancas estepas. He despertado en suntuosos palacios, igual que en paupérrimas callejuelas. He liberado a las aves, y me han traído de vuelta hojas de olivo. He escupido a la discordia fuera, amarga saliva. He sido feliz un instante: ahora… por siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario