Es así como el pianista,
de frente a su instrumento,
se prepara las manos,
y dispara, despiadado, los cielos.
También es así
cuando,
por casualidad,
la chica se desnuda,
translúcida,
enfrente de la ausencia.
¿Cómo es que sólo
un leve inclinarse revela,
de reojo y sin esfuerzo,
la porción exacta de luz
y de sombra que se necesita
para retratar al tiempo?
El manejo de los instantes
le pertenece a los maestros.
Hay maestría en desnudarse,
así como la hay en colgar las flores
sobre los pórticos de las despedidas,
o en sonreírle a los perros
cuando éstos ladran y más molestan.
Es el oficio lo que cuenta.
Los ojos y los rincones
se doblan de par en par
al apenas tañerse las cuerdas de lo exacto.
Es así como el pianista, al final, baja la tapa del piano.
de frente a su instrumento,
se prepara las manos,
y dispara, despiadado, los cielos.
También es así
cuando,
por casualidad,
la chica se desnuda,
translúcida,
enfrente de la ausencia.
¿Cómo es que sólo
un leve inclinarse revela,
de reojo y sin esfuerzo,
la porción exacta de luz
y de sombra que se necesita
para retratar al tiempo?
El manejo de los instantes
le pertenece a los maestros.
Hay maestría en desnudarse,
así como la hay en colgar las flores
sobre los pórticos de las despedidas,
o en sonreírle a los perros
cuando éstos ladran y más molestan.
Es el oficio lo que cuenta.
Los ojos y los rincones
se doblan de par en par
al apenas tañerse las cuerdas de lo exacto.
Es así como el pianista, al final, baja la tapa del piano.
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